lunes, 4 de septiembre de 2017

SEGUNDO MISTERIO DOLOROSO


“LOS AZOTES A LA COLUMNA”

   A eso de las 10 de la mañana del viernes, propinaron a Cristo los 39 azotes que solían preceder a la crucifixión de los reos de muerte. Antes de eso Cristo había sido arrastrado de noche sin ningún miramiento a la casa de Anás, que era suegro del Sumo Sacerdote Caifás, el Pontífice de aquel año; pero que en realidad gobernaba él, por medio de sus hijos y yernos, la religión hebrea; era un viejo avariento y zorro. Después esa madrugada había sido llevado a casa de Caifás, donde se había reunido el Sanedrín; donde fue juzgado, recibió una bofetada y fue condenado a muerte, no por el testimonio de los discordantes testigos sino por Su propia confesión de que, “sí, como lo has dicho: yo soy el Cristo, el Hijo de Dios”; fue después maltratado, escupido y abofeteado por los sirvientes de Caifás; fue llevado al Pretorio de Pilatos y acusado de ser un sedicioso contra el César; fue interrogado por el Procurador Romano y después enviado al Reyezuelo Herodes, el cual se burló de él y lo volvió a Pilatos con la palabra jurídica: “ad forum contentionis”, así como Pilatos había usado la fórmula  “ad judicium aríginis”, esas triquiñuelas de los abogados; pues los dos sabían cierto que aquello de “sedicioso y enemigo del César” era filfa(mentira); y allí en el Pretorio, Pilatos que estaba aburrido de la gritería judaica y atemorizado de sus amenazas, después de haber proclamado públicamente : “No encuentro culpa en este hombre”, zanjó con este compromiso injusto: “Lo voy a azotar y os lo entregaré” dijo: “Le voy a dar una lección”; pero esa palabra griega “paidéusas” significa la pena de azotes. Pilatos hizo esta iniquidad, donde habría podido morir Cristo, que estaba agotado, para ver si “Contentaba con eso a los judíos”, dice san Lucas. Mientras lo azotaban, san Pedro, por miedo, lo renegó tres veces:

                               Si san Pedro no negara
                               A Cristo como negó
                              Otro gallo le cantara.
                              Mejor que el que le cantó.

   Cuando Pilatos sacó al balcón a Cristo azotado, san Pedro lo vio y lloró amargamente; pecador de un momento.


   
   Los azotes a Jesús fueron crueles: Él estaba ya agotado. Hay una visión de santa Brígida donde dice que Cristo recibió “5.000 y tantos azotes”. No parece creíble, porque los romanos tenían una ley prohibiendo dar más de 40 azotes; porque se le morían allí mismo los reos de otro modo. Triste benignidad, era para poder crucificarlos vivos; y los crucificados que duraban en la cruz dos días o tres les daban estorbo: tenían que guardarlos y espantar a los caranchos y cuervos. Después inventaron la costumbre de quebrarles las piernas o pasarlos con una lanza al anochecer. Los judíos para mostrarse benignos daban 39 anotes; y así dice san Pablo en su carta a los Corintios: “dos veces me han propinado 40 menos uno”. Pero si santa Brígida quiso decir que 40 azotes con correas de cuero armadas de cápsulas de plomo y uñas de hierro equivalían a 5.000 rebencazos comunes, allí dijo verdad.

   Cuando soltaron a Cristo de la columna que tenía un metro y veinte de alto, cayó al suelo; lo alzaron y sentaron en un banquito, y allí comenzó una tortura quizás peor.
   “Los pecadores me araron el lomo”, había dicho el profeta David en figura de Jesucristo; y otro Profeta dijo: “No hay en mi cuerpo parte sana”. Cristo sufrió en su carne para reparar nuestros pecados, especialmente los pecados de la carne. Durante su vida no tuvo ninguna enfermedad; y sin embargo, el profeta Isaías lo llama “el varón de dolores, el que sabe lo que es enfermedad”


   Cristo sufrió en su Pasión más que ningún hombre en este mundo. Su sensibilidad exquisita y la suma exagerada de torturas a que fue sometido hicieron que ahora ningún mortal pueda decirle: “Yo estoy sufriendo lo que tú no tienes idea”. 


   “Los azotes de Cristo” han conmovido siempre al pueblo cristiano. En la procesión del Viernes Santo en Sevilla van muchos fieles encapuchados dándose azotes en las espaldas. En los Ejercicios Espirituales que hacen en Cura Brochero de Córdoba, los paisanos se dan rebencazos. Pero las enfermedades corporales son peores que eso; y Cristo es el hombre “que sabe lo que es enfermedad”. 


   La Virgen Santísima oyó a Pilatos cuando dijo: “Lo voy a hacer azotar y os lo entregaré”; y sin duda se estremeció en su alma y en su cuerpo. Ella pasó en su corazón todos los dolores de la Pasión de Cristo; por lo cual la llamamos “la Virgen de los Dolores”.



PLEGARIA A MARIA

   Aparta de tus ojos la nube perfumada
que el resplandor nos vela que tu semblante da
y tiéndenos, María, tu maternal mirada,
donde la paz, la vida y el paraíso está.
   Tú, bálsamo de mirra; Tú, cáliz de pureza;
Tú, flor del Paraíso, y de los astros luz,
escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
por la divina sangre del que murió en la cruz.
   Tú eres, ¡oh, María, un faro de esperanza
que brilla de la vida junto al revuelto mar,
y hacia tu luz bendita desfallecido avanza
el náufrago que anhela en el Edén tocar.
   Impela, ¡oh, Madre, augusta!, tu soplo soberana
la destrozada veta de mi infeliz batel;
enséñale su rumbo con compasiva mano,
no dejes que se pierda mi corazón en él.

JOSE ZORRILLA
(Español - Siglo XIX) 



P. LEONARDO CASTELLANI.

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