“LOS AZOTES A LA COLUMNA”
A eso de las 10 de la mañana del viernes,
propinaron a Cristo los 39 azotes que solían preceder a la crucifixión de los
reos de muerte. Antes de eso Cristo había sido
arrastrado de noche sin ningún miramiento a la casa de Anás, que era suegro del
Sumo Sacerdote Caifás, el Pontífice de aquel año; pero que en realidad
gobernaba él, por medio de sus hijos y yernos, la religión hebrea; era un viejo avariento y zorro. Después
esa madrugada había sido llevado a casa
de Caifás, donde se había reunido el Sanedrín;
donde fue
juzgado, recibió una bofetada y fue condenado a muerte, no por el testimonio de los discordantes
testigos sino por Su propia confesión de que, “sí, como lo has dicho: yo soy el Cristo,
el Hijo de Dios”; fue después
maltratado, escupido y abofeteado por los sirvientes de Caifás; fue llevado al
Pretorio de Pilatos y acusado de ser un sedicioso contra el César; fue
interrogado por el Procurador Romano y después enviado al Reyezuelo Herodes, el
cual se burló de él y lo volvió a Pilatos con la palabra jurídica: “ad forum
contentionis”, así como Pilatos
había usado la fórmula “ad judicium
aríginis”, esas triquiñuelas de
los abogados; pues los dos sabían cierto que aquello de “sedicioso y enemigo del César” era filfa(mentira);
y allí en el Pretorio, Pilatos que estaba aburrido de la gritería judaica y
atemorizado de sus amenazas, después de haber proclamado públicamente : “No encuentro
culpa en este hombre”, zanjó con este compromiso injusto: “Lo voy a
azotar y os lo entregaré” dijo: “Le voy a dar una lección”; pero esa palabra
griega “paidéusas” significa
la pena de azotes. Pilatos hizo esta
iniquidad, donde habría podido morir Cristo, que estaba agotado, para ver si
“Contentaba
con eso a los judíos”, dice san Lucas. Mientras lo azotaban, san Pedro, por miedo, lo renegó tres veces:
Si san Pedro no negara
A Cristo como
negó
Otro gallo le
cantara.
Mejor que el que
le cantó.
Cuando
Pilatos sacó al balcón a Cristo azotado, san Pedro lo vio y lloró amargamente;
pecador de un momento.
Los
azotes a Jesús fueron crueles: Él estaba ya agotado. Hay una visión de santa
Brígida donde dice que Cristo recibió “5.000 y
tantos azotes”. No parece
creíble, porque los romanos tenían una ley prohibiendo dar más de 40 azotes;
porque se le morían allí mismo los reos de otro modo. Triste benignidad, era para poder crucificarlos vivos; y los crucificados que duraban en la cruz dos días o tres
les daban estorbo: tenían que guardarlos y espantar a los caranchos y cuervos.
Después inventaron la costumbre de
quebrarles las piernas o pasarlos con una lanza al anochecer. Los judíos para mostrarse benignos daban 39
anotes; y así dice san Pablo en su
carta a los Corintios: “dos veces me han propinado
40 menos uno”. Pero si santa
Brígida quiso decir que 40 azotes con correas de cuero armadas de cápsulas de
plomo y uñas de hierro equivalían a 5.000 rebencazos comunes, allí dijo verdad.
Cuando soltaron a Cristo de la columna que
tenía un metro y veinte de alto, cayó al suelo; lo alzaron y sentaron en un
banquito, y allí comenzó una tortura quizás peor.
“Los pecadores me
araron el lomo”, había dicho el profeta David en
figura de Jesucristo; y otro Profeta dijo: “No hay en mi
cuerpo parte sana”. Cristo
sufrió en su carne para reparar nuestros pecados, especialmente los pecados de
la carne. Durante su vida no tuvo ninguna enfermedad; y sin embargo, el profeta Isaías lo llama “el varón de
dolores, el que sabe lo que es enfermedad”.
Cristo sufrió en su Pasión más que ningún hombre en este
mundo. Su sensibilidad exquisita y la suma exagerada de torturas a
que fue sometido hicieron que ahora ningún mortal pueda decirle: “Yo estoy sufriendo
lo que tú no tienes idea”.
“Los azotes de Cristo”
han conmovido siempre al pueblo
cristiano. En la procesión del Viernes Santo en Sevilla van muchos fieles
encapuchados dándose azotes en las espaldas. En los Ejercicios Espirituales que
hacen en Cura Brochero de Córdoba, los paisanos se dan rebencazos. Pero las enfermedades corporales son peores
que eso; y Cristo es el hombre “que sabe lo que es enfermedad”.
La
Virgen Santísima oyó a Pilatos cuando dijo: “Lo voy a hacer azotar y os lo entregaré”;
y sin duda se estremeció en su alma y en
su cuerpo. Ella
pasó en su corazón todos los dolores de la Pasión de Cristo; por lo cual la
llamamos “la Virgen de los Dolores”.
PLEGARIA A MARIA
Aparta de tus ojos la
nube perfumada
que el resplandor nos vela que tu semblante da
y tiéndenos, María, tu maternal mirada,
donde la paz, la vida y el paraíso está.
Tú, bálsamo de mirra;
Tú, cáliz de pureza;
Tú, flor del Paraíso, y de los astros luz,
escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
por la divina sangre del que murió en la cruz.
Tú eres, ¡oh, María, un
faro de esperanza
que brilla de la vida junto al revuelto mar,
y hacia tu luz bendita desfallecido avanza
el náufrago que anhela en el Edén tocar.
Impela, ¡oh, Madre,
augusta!, tu soplo soberana
la destrozada veta de mi infeliz batel;
enséñale su rumbo con compasiva mano,
no dejes que se pierda mi corazón en él.
JOSE
ZORRILLA
(Español
- Siglo XIX)
P.
LEONARDO CASTELLANI.
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