MEDITACIÓN PRIMERA.
Punto
primero.
Primeramente se ha de considerar lo que hizo
el Verbo eterno encarnado en las entrañas de su Madre, cuando llegó la hora de
salir de ellas.
Ponderando lo primero, que así como no quiso
anticipar el tiempo de su nacimiento, tampoco quiso dilatarle, sino nacer puntualmente
cumplidos los nueve meses, para manifestarse al mundo con un entrañable deseo
de comenzar su carrera con gran fervor y alegría de corazón, cumpliéndose lo que
dijo David: Alegróse como gigante
para correr su carrera; de lo sumo del cielo es su salida, sin parar hasta el
otro extremo (Ps.
XVIII, 7): porque aunque sabía cuan áspera había de ser la carrera desde su
nacimiento hasta su muerte, se alegró con fortaleza para comenzarla, saliendo
del vientre de la Virgen, que era su cielo, poniendo luego los pies en el lugar
más vil y bajo que había en la tierra: por lo cual debo darle gracias y suplicarle
me dé luz para conocer y sentir lo que en esta su entrada pasa. Oh Niño más fuerte
que gigante: pues como nuevo sol resplandeciente queréis salir por el oriente a
correr vuestra carrera hasta el occidente de la cruz, alumbrad mi entendimiento
y encended mi voluntad, para que vea y contemple vuestra salida, y ame con gran
fervor las virtudes que descubrís en ella.
Punto
segundo
Luego ponderaré, cuan liberal se mostró entonces
con su Madre, a la manera que un hombre poderoso y rico, cuando se ha hospedado
en casa de un aldeano pobre, y lo ha hecho buen hospedaje, no por interés sino
por servirle, suele a la despedida pagárselo muy bien, y darle alguna preciosa
dádiva, o por agradecimiento o por limosna: así también como la Virgen había
hecho a su Hijo tan buen hospedaje nueve meses , al tiempo que quiso salir de
la posada, la dio dones riquísimos de gracia, una altísima contemplación de
aquel misterio, y unos júbilos de alegría extraordinarios, en lugar de los
dolores que otras mujeres suelen sentir cuando están de parto; porque no era razón,
que quien no tuvo deleite sensual en el concebir, tu viese dolor en el parir; y
aunque consigo no dispensó en lo que era padecer dolores, quiso que su Madre en
este caso no los padeciese. De la misma manera puedo considerar, que cuando entra
Cristo nuestro señor sacramentalmente en nosotros, a la primera entrada nos da
la gracia sacramental: y si le hacemos buen hospedaje, antes de la salida nos
da ricas joyas de afectos de devoción y contemplación y júbilos de alegría,
como quien paga el buen hospedaje que le hacemos. Por tanto, alma mía, mira como hospedas a este
Huésped soberano, para que te deje rica y harta con los dones del cielo.
Punto
tercero.
En tercer lugar ponderaré, como Cristo nuestro
señor por la misma causa quiso salir del vientre de su Madre con un modo
milagroso, sin que ella padeciese detrimento en su virginidad, porque no era razón
saliese de la casa donde tan buen hospedaje le habían hecho con daño de la entereza
que tenía, honrando con esto a su Madre, y avisándonos a todos, que por hospedarle
y servirle no recibiremos detrimento, haciendo, si fuere menester, para ello algún
milagro; porque quien no lo hizo para preservarse a sí de padecer, suele
hacerle para preservar de ello a sus escogidos cuando les conviene. ¡Oh Maestro
soberano! cuan bien me enseñáis con este ejemplo la condición del verdadero
amor, que es riguroso para sí y blando con otros: para si quiere los rigores
por afligirse, y para el prójimo los favores por regalarle: ayudadme con
vuestra copiosa gracia, para que en ambas cosas imite vuestra encendida caridad.
MEDITACIONES
DEL P. LUIS DE LA PUENTE
Para las
FIESTAS DE NAVIDAD.
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