domingo, 15 de abril de 2018

FÁTIMA Y EL INFIERNO




Por el R.P. Bertrand Labouche
Sacerdote F.S.S.P.X

En Fátima, Nuestra Señora recordó a los hombres sus postrimerías:

   —El Cielo: “soy del Cielo (…) Vas al Cielo y Jacinta y Francisco también (…) Cuando recéis el Rosario, diréis, después de cada misterio: ¡Oh Jesús (…) lleva todas las almas al Cielo”

   —El Purgatorio: “Amelia estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo”.

   —El Infierno: La Santísima Virgen, con su rostro grave, pidió cinco veces a los pastorcitos oraciones y sacrificios por la conversión de los pecadores: “Después de cada misterio, diréis: ¡Oh Jesús (…) líbranos del fuego del Infierno”. Más aún, por la primera vez en la historia de sus apariciones, Nuestra Señora MOSTRO EL INFIERNO A LOS TRES NIÑOS.

   Fue el día 13 de julio de 1917, después de haber dicho estas palabras: “Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, en especial cuando hicierais algún sacrificio: oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en desagravio por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”.

   “Al decir esta últimas palabras, escribe Sor Lucia”, abrió de nuevo las manos como en los meses pasados. El reflejo parecía penetrar en la tierra y vimos como un mar de fuego. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras y bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio, llevadas de las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo cayendo por todos los lados, semejantes al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debe haber sido a la vista de esto cuando di aquel “ay”, que dicen haberme oído). Los demonios distinguíanse por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa.
   “Asustados y como para pedir socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora, que nos dijo entre bondadosa y triste: ´Habéis visto el Infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón`”.
 
   “Mar de fuego, formas horribles de los demonios, gritos de desesperación”: Lo que vieron los pastorcitos corresponde perfectamente con las penas físicas  y morales que sufren para siempre los que murieron  en estado de pecado mortal.


   Ciertamente, esta visión es para nuestra época una gran gracia; pues en el espíritu del “hombre moderno”, la idea de poder ser condenado a un fuego eterno ha desaparecido progresivamente. Incluso se burla de eso. ¿Y cuál fue el instrumento principal de esta terrible anestesia? EL SILENCIO DE LOS PREDICADORES. ¿Cuántos gritan: “¡FUEGO!”, “¡FUEGO ETERNO!”? San Alfonso, doctor de la Iglesia, decía que se consideraría culpable de un pecado mortal  si no hubiese predicado sobre el infierno por lo menos una vez al año.

   Añadamos, como “co-instrumento”, la generación de los que no transmitieron a sus hijos las convicciones que habían recibido en la misma edad.

   Miles de alma se levantarán el día del juicio final: “Ustedes, que lo sabían, ¿Por qué no nos avisaron? ¿Por qué nos tranquilizaron? Ustedes, que sabían en qué estado estábamos, ¿Por qué no se preocuparon por nuestra conversión? ¿Por qué, por lo menos, no rezaron por nosotros?”.


   La mejor de las Madres ha avisado a sus hijos. De hecho, la evocación de esta visión del infierno ha producido ya muchas veces efectos saludables en las almas, sobre todo con el apoyo de la oración y de la penitencia. Todavía produce y seguirá produciendo estos efectos. La Santísima Virgen vino expresamente y usó este medio para impedir que otros hijos suyos cayeran en el abismo eterno de fuego y de desesperación.


   Hay personas que se extrañan de que nuestra Señora  haya revelado a unos niños un espectáculo tan espantoso y asqueroso. En general, para no decir casi siempre ¡estas personas necesitaban escuchar este relato para empezar a entender después que ellas mismas debían convertirse! Y comprenden entonces la pedagogía de Nuestra Señora, ejemplo de las madres: Las almas de los pastorcitos no se quedaron traumatizadas, “estresadas”, sino llenas de una lucidez sobrenatural, de fervor en la oración y de caridad apostólica por la conversión de los pobres pecadores. No los trastornó tanto el horror de la visión como la tristeza de María y el destino de los condenados al infierno. Una enfermedad con llagas repulsivas provoca en el buen médico, no un invencible asco, sino el deseo de hacer todo para curarla. Del mismo modo, estos santos niños harán todo lo posible para que se salven las almas en peligro de condenarse. “La contemplación del Inmaculado Corazón de María y la visión del infierno fueron las causas de la santificación de Jacinta”. 

   Ella decía con frecuencia: ¡Oh infierno! ¡Oh infierno! ¡Qué pena tengo de las almas  que van a parar al infierno! ¡Y las personas que, estando allí vivas, arden como la leña en el fuego! ¡Tanta gente que va al infierno! ¡Tanta gente en el infierno!”


   Y la pastorcita advertía a los padres: “¡No dejen cometer pecados a sus hijos, que pueden ir a parar al infierno”!
   Si eran personas mayores: “Díganles que no hagan eso, que ofenden a Dios Nuestro Señor, ¡y después pueden condenarse!

   La visión del lugar que ocuparía en el infierno fue también la que impulsó a Santa Teresa de Ávila en el camino de la santidad: “Y así torno  a decir que fue una de las mayores mercedes que el Señor  me ha hecho, porque me ha aprovechado muy mucho, así para perder el miedo a las tribulaciones y contradicciones de esta vida como para esforzarme a padecerlas y dar gracias al Señor que me libró, a lo que ahora me parece, de males tan perpetuos y terribles”.

   En el mes siguiente, el día 19 de agosto, Nuestra Señora pronuncio un pequeño “pues” que nos debe hacer pensar: “Rezad, rezad mucho, y haced sacrificios por los pecadores, PUES muchas almas van al infierno POR NO TENER QUIEN SE SACRIFIQUE Y PIDA POR ELLAS”.


   Hay una relación de causa a efecto entre el celo de un cristiano y la salvación de otra alma, o entre la falta de generosidad de un cristiano y la condenación de esta alma.


1 comentario:

  1. Justamente he ahí la clave para descifrar la actual apostasía de las naciones cuya culpa tuvo su epicentro en la causa que la produjo: la gran apostasía postconciliar. Con la inauguración de la "Iglesia del hombre" en gravísimo detrimento de la Santa Iglesia Católica fundada por Cristo, se ha llegado a fabricar una "religión" que fuera común a todos: el sincretismo. De ahí nace el ideal satánico que quiere ardientemente que los hombres crean que el infierno no existe.
    Elegimos creer firmemente en las palabras de la Santísima Virgen María y vivir según y conforme al Espíritu de Cristo que nos habrá de juzgar para siempre.
    Gracias Rvdo. P. Labouche, que Jesús y María Santísima lo bendigan y guarden en todo momento de su vida, conservándolo en la perseverancia final del Sacerdocio de Cristo.

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