domingo, 1 de diciembre de 2019

NOVENA EN HONRA DÉ LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA. Introducción a la Novena y cómo hacerlo.




   Es la verdadera Devoción de María Santísima señal de predestinación tan autentica que la tienen por tal concordemente los Sagrados Doctores: y es tan eficaz de esta insigne Abogada el patrocinio, que mediante su devoción se consigue. Que dijo de él entre los demás Santo animosamente San Anselmo: Que como es imposible se salven aquellos, de quienes la Virgen María Aparto los ojos de su misericordia; así es necesario que se justifiquen, y se glorifique aquellos a quienes Volviere sus ojos abogando por ellos.

   Empero, entre los devotos de María algunos, en quienes campea mas esta señal hermosa: y estos no son otros, que los que la veneran en su Concepción Inmaculada. De un tan piadoso sentimiento que Autor puedo alegar de mayor nombre, que la Madre misma de la piedad. Al Capítulo 24 del Eclesiástico, solicitando María Señora en sus cultos nuestros provechos, dice: que los que la ilustran, tendrán la Vida eterna: y sí yo no me engaño, solos los devotos de su Concepción Purísima, son los que propiamente la ilustran. La razón es: porque ilustrar, si no desposeemos de su propiedad este término, es aclarar lo obscuro, manifestar lo oculto, hacer cierto lo dudoso: y en María Señora Mar de resplandores tan grande, y espacioso que anegó en eternas luces al Mundo, e hizo también que naciese una perpetua luz en los Cielos, y que como Madre de la eterna Sabiduría manifestó al Mundo en una sola palabra todas las cosas, y le dio a conocer todas las verdades en una verdad sola; no hay otro, sino el Misterio solo de su Concepción, que con razón pueda llamarse en alguna manera obscuro, oculto, y dudoso también; a lo menos en cuanto es menos cierto que los demás, pues que no es todavía coma ellos verdad definida del todo por la Iglesia. De donde es, que solos los que aclararen este Misterio, los que lo manifestaren, los que lo certificaren más cada dia, serán los que ilustren propiamente a esta Princesa Soberana: y esto hacen solamente los que veneran fervorosos de su Concepción la limpieza.

   Aunque esta es una verdad toda del Cielo, no por esto deja de darla a conocer con sus luces también el Mundo. Póngase una persona en todo linaje de prendas señalada. Añade, que estas son conocidas, y alabadas de todos comúnmente. Dúdese, empero, de su origen. Digan unos, ser hija del traidor más infame. Publiquen otros, serlo del Monarca más noble. ¿Quiénes serán en este caso los que ilustren a esta Persona? ¿Los que alabaren sus prendas conocidas, o los que certificaren ser el más ilustre su origen; prenda sola, de que se duda; y duda, que en cierto modo obscurece no poco, las que se saben? Todos dirán, que estos segundos. Pues vuelvan todos ahora los ojos a María. Dividan en dos clases sus devotos. Pongan con estos segundos los que la veneran por la más pura de todas las criaturas en su Origen. Junten con aquellos primeros el resto todo de lo demás devotos. Guardarse, cuanto guardarse debe la proporción de caso a caso. Dese finamente sin pasión la sentencia: que sin duda será, si no yerro también en esto, no menos favorable a mí sentir, que agradable a los, que veneran la Concepción Inmaculada de MARÍA.

   Mas como no deja de aventajarse en los quilates el Oro más precioso porque se prueba en un Crisol común al Oro menos fino, aunque digamos, que en sentido menos estrecho ilustran a María los verdaderos devotos de cualquiera de sus Misterios hallaremos con todo, que sobresalen los devotos de su Pureza: pues por serlo obligan más a María, en lo que cabe sin injuria de la piedad, al cumplimiento de aquella inestimable promesa de la eterna vida; que a los que la ilustran, hace en retorno infinitamente superior a tal ilustre esta Reina liberalísima. La razón es: porque los devotos de los otros Misterios de María, a cuyo crédito obliga la Fe, le tributan por este título debidos cultos los de este le ofrecen liberales obsequios y nadie ignora, que obliga más el que da como liberal, que el que paga como deudor.

   Razón, pues será que procuren todos con singular esmero ser devotos cordialísimos de este Misterio; y llegar cuanto antes por este atajo no menos seguro que breve a aquel fin dichosísimo de hacer cierta cada uno su vocación, y predestinación eterna: a lo cual tan cuidadoso nos exhorta el Príncipe de los Apóstoles. Razón será que ilustren por un medio tan fácil a María, o confiesen abiertamente, qué en nada aprecian la vida eterna, que a los que la ilustran, liberalísima promete esta esclarecida Princesa. Pero adviértase, que un Tizón apagado podía tizar: dar lustre, nadie dirá que pueda. Los que están en pecado mortal, son Tizones apagados del Infierno. No arden en el: pero tienen toda su tizne: pues que ardieron ya en él pecado. ¿Qué remedio, pues, para que ilustren a María tizones tales? Aquel que dibujo con maravilla la Providencia en ciertas aguas de nuestras Indias, que si no quitan a las del Rio, si la tislo admirable de su virtud, les quitan por menos lo singular. Arrojase en estas aguas un leño, y lo convierten en una Piedra. Los Tizones a pagado Leños son, que alguna vez ardieron. Arrójense, pues, estos Leños, báñense estos Tizones en las aguas mucho más admirables de la Confesión, y se convertirán en Piedras: no vulgares, sino preciosas: no terrenas, sino Celestiales: porque se harán allí de Pecadores justos, que son las Piedras labradas, de que se está edificando aquella Jerusalén Celestial, a que se pondrá, la última mano el espantoso dia del Señor; y las que como hermanas, son también muy parecidas a la Piedra más divina, que es Cristo: y de este modo podrán ilustrar a María: y aun no sé qué haya lustre alguno, que sea más agradable a esta Señora que este mismo convertirse por la Confesión Tizones tales en tales Piedras.

   De aquí se sigue ser el confesarte la primera, y más precisa diligencia para poder ilustrar a María Santísima en esta Novena; la segunda seria comulgar en los nueve dia una vez. Para hacerlo más veces, consúltese al Confesor, y dígase también su consejo en orden a ayunos, y demás mortificaciones, a que moviere a cada uno su devoción; La tercera, y ultima sea, hecho el Acto de Contrición, que todos saben, meditar los puntos que se ponen al principio de cada dia, y el que no acertare a meditarlos léalos a lo menos con atención y hecho esto se irán rezando por su orden las Oraciones siguientes.


Fray Manuel José Murillo,
Religioso de la Orden de San Agustín.

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