DÍA TREINTA (30 de mayo).
MEDITACIÓN—MARÍA Y JESUCRISTO.
Punto Primero. —Tuvo la Virgen con Jesucristo comunicación íntima, constante y sobrenatural:
a) en la tierra como su augusta Madre que lo concibió, dio a luz y amamantó;
b) creció el niño a la vista de María obedeciéndola, respetándola y amándola;
c) durante la pasión del Redentor, María sufrió de manera inenarrable. Fue la Cor redentora. (Breve pausa.)
Punto Segundo. —Por los méritos de Cristo e intercesión de la Virgen recibimos
todos los bienes. Nunca se sirve al Hijo que se ama, también a la Madre. A Jesús por María es este un principio de Teología y de Ascética. (Breve pausa.)
Punto Tercero—¿Amas a la Virgen todos
los días, le dedicas todo tu corazón, le consagras tus pensamientos, afectos,
obras y mortificaciones? ¿La alabas, propagas su culto y sus excelencias? (Breve
pausa.)
Fruto—Buscar a Jesús en
los brazos y por mediación de María.
Aspiración. —Oh Madre de Cristo, que yo ame, sirva y me sacrifique por tu divino Hijo.
Lectura. —Las Virtudes.
Acostumbrándose, a la humildad en el
Rosario,
después se facilita la gran virtud en la vida práctica.
Hay humildad en el
Avemaría
porque el hombre repite siempre las mismas expresiones, como si no más tuviese
que decir, y, sin embargo, no necesita decir otra cosa, ni añadir nada a esa
oración, porque con las peticiones que encierra están concedidas todas las
gracias.
Repite el católico siempre le mismo en el
Avemaría,
y sin embargo no se cansa, no parece repetición, sino un canto nuevo, cada vez
que murmura las mismas, palabras angélicas.
El que mucho repita esta salutación divina
con devoción, jamás llegará a sentir tedio, por el contrario, cuanto más la
diga tanto más dulce la hallará, sentirá, cada día, un cariño ascendente y más
tierno por la Inmaculada Virgen.
ORACIÓN: A Nuestra Señora de los Milagros.
¡Oh Reina de los cielos y Madre poderosísima
de Dios!, te
comunicó el Señor sus atributos como a ninguno de los mortales; por eso has
obrado maravillas.
Milagros fueron tu concepción, tu nacimiento y
tu vida; milagros
tu santidad, tu muerte y tu gloria; milagros
ha efectuado la diestra del Omnipotente en favor de tus devotos. Eso cantan las
generaciones de todos los siglos, eso refieren las multitudes que llegan hasta
tus santuarios para pedirte amparo y protección.
¡Oh Virgen, oh Madre, oh Reina!, vengo a tí para que enjugues las
lágrimas de mis ojos, consueles las penas de mi corazón y me alcances la gracia
de Dios.
Ruego aceptes mis pobres homenajes, me
bendigas, me ampares siempre y me lleves a gozar de la felicidad del Cielo. Amén.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Acuérdate ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir, que
alguno de los que han acudido a tu protección, implorado tu auxilio y pedido tu
socorro, haya sido abandonado. Animado con esta confianza a tí también acudo, ¡oh Virgen de las
Vírgenes!, y
aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, me atrevo a aparecer ante tu
presencia soberana, no deseches mis súplicas, antes bien escúchalas y acógelas
benignamente. Amén.
MES DE MARÍA
Por el Pbro. Cantu Corro. (1918).
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