martes, 22 de diciembre de 2020

NOVENA DE NUESTRA SEÑORA DE BELÉN. SÉPTIMO DÍA.


 

   

   Cuya Sagrada Imagen, insigne en milagros, se veneraba en el Religioso Convento de los Padres Mercedarios Descalzos, Redentores de Cautivos, de la ciudad de Granada; sacada de las obras de la venerable Madre María de Jesús de Águeda. 


   Que ofrece a los devotos de la Reina del Cielo, a petición de un alma devota de la Santa Imagen. 


   Escrito por Fray Miguel del Santísimo Sacramento, religioso de la misma Orden e impreso en el año 1755.

 

 


COMENZAMOS: 16 de diciembre.

 

FINALIZAMOS: 24 de diciembre.

 

 

 

 

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS.

 

 

   Soberana Señora, Emperatriz de los Cielos y Tierra, Estrella refulgente del Mar, que alumbras a los errados navegantes hijos de Adán: Yo, el más indigno de todos ellos, me postro ante tu sagrada imagen de Belén, venerándote en tu dichoso Parto, como legitima, y natural Madre de Dios, y Virgen Purísima; y te suplico, que, en esta Novena, que consagro a tus aras, te dignes de ser mi Madre, pues lo eres de todos; y me alcances del Trono de tu Santísimo Hijo, pureza de Intención, y conformidad con su Santísima voluntad, para que por tu Santísima intercesión sean mis ruegos, y suplicas oídas de su piedad, para que venerándote en esta vida, ante tu Santa Imagen te adore eternamente en la gloria. Amén.

 

 

 

—Luego se rezan nueve Ave Marías, en memoria de los nueve meses, que estuvo el Verbo Divino en su purísimo Vientre, e inmediatamente se dicen las Oraciones siguientes…

 

 





DÍA SÉPTIMO (22 de diciembre).


 

MARÍA RECIBE A SU SANTÍSIMO HIJO DE LAS MANOS DE LOS ÁNGELES.

 

 

   Considera, como la Soberana Reyna (ávida la licencia del Eterno Padre) puesta de rodillas recibió de las manos de los Ángeles, su Hijo precioso. Y cuando le vio en las suyas, le habló, y le dijo: Dulcísimo amor mío, lumbre de mis ojos y ser de mi alma, venid en hora buena al Mundo. Se justicia, para desterrar las tinieblas del pecado y de la muerte. Dios verdadero de Dios verdadero, redimir a vuestros siervos y ven toda carne a quien le trae la salud. Recibid para vuestro obsequio a vuestra esclava y suplid mi insuficiencia para serviros. Hacedme, Hijo mío tal como queréis que sea con vos.

 

 

 

ORACIÓN.

 

 

   Soberana Señora, por la dulcísima miel, que destilaron tus purísimos labios, cuando teniendo en tus Virginales brazos a tu Hijo precioso, le diste la bienvenida a este Mundo, para remedio, de todos los hijos de Adán, y de nuevo te consagraste a servirle como Esclava suya.

 

 

   Te suplico, pongas virtud expedita en los míos, para que eternamente me ejercite en rendirle alabanzas, y loores; por el beneficio incomparable de haberle, hecho Hombre por mí. Y me conceda la gracia de cortarme a medida de su corazón para que el mío le emplee cada día más, y más, en amarle y servirle, hasta que se una con el suyo en la patria de la Gloria. Amén

 




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