viernes, 12 de marzo de 2021

NOVENA EN HONOR DE SAN JOSÉ. DÍA CUARTO.


 


—Hecha la señal de la Cruz, hacemos el Acto de contrición:

 

 

   Trinidad Santísima, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, en quien creo, como en Verdad infalible; en quien espero, como en Poder infinito; a quien amo sobre todas las cosas, como a Bondad inmensa a quien me pesa de haber ofendido, por ser infinitamente digno de ser, amado; a quien adoro, como a mi Dios, y Señor; a quien deseo ver, como a centro de mi alma; y a quien alabo, como a mi Soberano bienhechor: gracias te doy con todo el afecto de mi corazón por la inexplicable dignidad a que sublimaste al Señor San José, escogiéndole para Padre adoptivo de Jesús, para dignísimo Esposo de María, y para Cabeza de la Casa de Dios en la tierra elevándolo después a muy sublime gloria, y poder en el Cielo. Por estos títulos que tuvo en su vida, animado yo, y muy confiado con lo poderoso de su intercesión, te pido el favor que ahora solícito, sí conviniere a tu gloría, y a mi salvación. Y por lo mucho que gustas, Dios mío, de que lo amemos, te suplico enciendas mi corazón, y los de todo el mundo, en el amor, y devoción para nosotros tan provechosa, del Sacratísimo Patriarca Señor San José y que nos des tu gracia para hacer con todo fervor esta Novena. Amén.

 

 

 

—Se dirá la siguiente oración para todos los días:

 

 

 

Oración para todos los días.

 

 

   ¡Oh, bienaventurado San José, escogido por el mismo Dios para ser digno esposo y fiel custodio de las grandezas, gracias y privilegios singularísimos de la augusta Madre de Dios, la Inmaculada y siempre Virgen María, Madre mía amantísima! ¡Oh, defensor y libertador invicto del Niño Jesús, a quien supisteis alimentar con el pan que ganabais con tanto trabajo con el sudor de vuestro rostro! ¡Oh, potentado divino, que tuvisteis poder sobre aquel que era omnipotente, el cual, no sólo os obedecía, sino que os estaba sujeto en todo!... ¡Qué grande, qué admirable aparecéis a mi vista, iluminada por la fe! Aquí tenéis a vuestros pies a este devoto, que os rinde el humilde homenaje de su alabanza y amor, y os suplica, le alcancéis del Señor la gracia que os pide en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y salvación de mi alma.

 

 

 

—Recemos un Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri, en honor del Santo, para que nos alcance del Señor las gracias que por su intercesión pedimos en esta novena.

 

 


 

Oración para el día cuarto.

 

 

   Otra vez, Santo bendito, quiero considerar vuestra grandeza a la luz que me da el ser esposo de la Madre de Dios. ¡Oh, qué grande os considero en la mente divina, desde la eternidad, en el decreto de la restauración del hombre, caído en el abismo de la maldad y de la muerte por el pecado de Adán y rescatado a la gracia y a la vida por el Redentor divino!

 

 

   En virtud de este decreto, no hay duda que el Eterno Padre, al determinar que su Hijo se hiciera hombre para redimir al mundo, en la misma su eternidad y decreto, ordenó que fuera concebido por obra y virtud del Espíritu Santo en el seno de una virgen y ésta desposada; y habiendo de ser tal, hubo de predestinar a San José para que fuera el esposo de la Virgen Madre. Y esta predestinación del Santo supone que puso Dios en él los talentos y gracias que le hicieran digno esposo de la Madre de Dios.

 

 

   ¡Oh, y cuánto tuvo que poner Dios en San José para, hacerle esposo de la Madre de Dios!... ¡Cuánta sabiduría, cuánta prudencia, discreción y santidad! Porque si, según los Santos Padres y Doctores de la Iglesia, cuando da Dios un cargo e impone deberes difíciles, da al propio tiempo las gracias suficientes para desempeñarlo y cumplirlo, conferido a José el honor y grandeza, de esposo de la Madre de Dios, ¿cuántos tesoros de gracias necesitó para hacerse uno con su Esposa en sabiduría, gracia y santidad?

 

 

   Salve, ¡oh, José!, por la plenitud de gracia, de sabiduría y poder que necesitasteis para, ser digno esposo de la Madre de Dios y para cumplir los deberes que os impuso. Y ya que tanto es vuestro poder, que vuestro rogar en el cielo es mandar, rogad por mí, que me glorío de ser devoto vuestro.

 

 


—Pidamos al Santo, de rodillas, la gracia que deseemos alcanzar del Señor, por su intercesión, en esta novena.

 

 

—Se hará la pausa de un Avemaría, y después se hará la siguiente súplica al Santo, que se repetirá todos los días con la oración final.

 

 

 

   Acordaos, ¡oh, castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío, San José!, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro socorro sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a vos con todo fervor.

 

 

   ¡Ah!, no desechéis mis súplicas, ¡oh, padre putativo del Redentor!, antes bien, acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.

 

 

 

Oración para terminar todos los días.

 

 

   Os ofrezco, ¡oh, glorioso Patriarca!, esta novena, tan de vuestro agrado y enriquecida con tantas gracias y favores como venís concediendo a cuantos la hacen con devoción.

 

 

   Suplid vos, Santo mío, el fervor y devoción que me ha faltado, y dadme desde el cielo vuestra paternal bendición, y con ella la fidelidad y constancia en seros siempre devoto hasta la muerte, lo cual apreciaré como prenda de mi eterna salvación. Amén.

 

 

 

—Sea entre todas las cosas bendito y alabado, etc.

—Ave María purísima.

—Sin pecado concebida.




APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.






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