sábado, 13 de marzo de 2021

NOVENA EN HONOR DE SAN JOSÉ. DÍA QUINTO.


 

—Hecha la señal de la Cruz, hacemos el Acto de contrición:

 

 

   Trinidad Santísima, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, en quien creo, como en Verdad infalible; en quien espero, como en Poder infinito; a quien amo sobre todas las cosas, como a Bondad inmensa a quien me pesa de haber ofendido, por ser infinitamente digno de ser, amado; a quien adoro, como a mi Dios, y Señor; a quien deseo ver, como a centro de mi alma; y a quien alabo, como a mi Soberano bienhechor: gracias te doy con todo el afecto de mi corazón por la inexplicable dignidad a que sublimaste al Señor San José, escogiéndole para Padre adoptivo de Jesús, para dignísimo Esposo de María, y para Cabeza de la Casa de Dios en la tierra elevándolo después a muy sublime gloria, y poder en el Cielo. Por estos títulos que tuvo en su vida, animado yo, y muy confiado con lo poderoso de su intercesión, te pido el favor que ahora solícito, sí conviniere a tu gloría, y a mi salvación. Y por lo mucho que gustas, Dios mío, de que lo amemos, te suplico enciendas mi corazón, y los de todo el mundo, en el amor, y devoción para nosotros tan provechosa, del Sacratísimo Patriarca Señor San José y que nos des tu gracia para hacer con todo fervor esta Novena. Amén.

 

 

 

—Se dirá la siguiente oración para todos los días:



 

Oración para todos los días.

 

 

   ¡Oh, bienaventurado San José, escogido por el mismo Dios para ser digno esposo y fiel custodio de las grandezas, gracias y privilegios singularísimos de la augusta Madre de Dios, la Inmaculada y siempre Virgen María, Madre mía amantísima! ¡Oh, defensor y libertador invicto del Niño Jesús, a quien supisteis alimentar con el pan que ganabais con tanto trabajo con el sudor de vuestro rostro! ¡Oh, potentado divino, que tuvisteis poder sobre aquel que era omnipotente, el cual, no sólo os obedecía, sino que os estaba sujeto en todo!... ¡Qué grande, qué admirable aparecéis a mi vista, iluminada por la fe! Aquí tenéis a vuestros pies a este devoto, que os rinde el humilde homenaje de su alabanza y amor, y os suplica, le alcancéis del Señor la gracia que os pide en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y salvación de mi alma.

 

 

 

—Recemos un Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri, en honor del Santo, para que nos alcance del Señor las gracias que por su intercesión pedimos en esta novena.

 

 



 

Oración para el día quinto.

 

 

   ¡Qué grande me pareció ayer vuestra dignidad y grandeza!, ¡oh, glorioso San José!, al veros concurrir, por vuestro destino, en la mente divina cuando el Eterno Padre, en su eternidad, decretó la redención del mundo ¡Qué digno de honor y veneración por vuestro destino de esposo de la Virgen Madre de Dios!

 

 

   Esposo de la Madre de Dios... Y sometida a vuestra voluntad la que, como Madre, tenía pendiente de la suya al Dios Hijo humanado... Misteriosa autoridad la vuestra, pues tiene poder para obligar la obediencia de la Madre de Dios, ¡Reina y Señora de todo lo creado! ¡Ah! Bien necesitasteis para cumplir vuestro destino lo que refieren varios historiadores. Dicen, que apenas fuisteis elegido para esposo de la Virgen María, descendió sobre vuestra cabeza una paloma, blanca, símbolo del Espíritu Santo, que al confirmar vuestra elección depositó en vuestra preciosa alma los dones y gracias necesarios para que pudierais cumplir los deberes de esposo para con Ella, especialmente en protegerla y librarla de enemigos.

 

 

   Al Espíritu Santo debisteis la prudencia en no entregarla a los judíos, los cuales la hubieron hecho morir, como llevaron después a la muerte a su Hijo, al inocentísimo Jesús... A Él debisteis, y de vos se sirvió, para ocultar al enemigo común el misterio de la Encarnación del Verbo; porque Luzbel sabía que el Redentor del mundo había de nacer de una virgen, pero que no había de ser desposada. A Él debisteis la incomparable gracia de daros a tal Esposa, que supo compensar los trabajos y afanes, los dolores y penas que con Ella y por Ella sufristeis, convirtiéndolas en deliciosas gracias en la vida y ahora en la de la gloria sin fin. Cuidad de mí Santo bendito, hasta que me llevéis al cielo.



 

 

—Pidamos al Santo, de rodillas, la gracia que deseemos alcanzar del Señor, por su intercesión, en esta novena.

 

 

—Se hará la pausa de un Avemaría, y después se hará la siguiente súplica al Santo, que se repetirá todos los días con la oración final.

 

 

 

   Acordaos, ¡oh, castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío, San José!, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro socorro sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a vos con todo fervor.

 

 

   ¡Ah!, no desechéis mis súplicas, ¡oh, padre putativo del Redentor!, antes bien, acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.

 

 

 

Oración para terminar todos los días.

 

 

   Os ofrezco, ¡oh, glorioso Patriarca!, esta novena, tan de vuestro agrado y enriquecida con tantas gracias y favores como venís concediendo a cuantos la hacen con devoción.

 

 

   Suplid vos, Santo mío, el fervor y devoción que me ha faltado, y dadme desde el cielo vuestra paternal bendición, y con ella la fidelidad y constancia en seros siempre devoto hasta la muerte, lo cual apreciaré como prenda de mi eterna salvación. Amén.

 

 

 

—Sea entre todas las cosas bendito y alabado, etc.

—Ave María purísima.

—Sin pecado concebida.




APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.


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