sábado, 9 de octubre de 2021

MES DE OCTUBRE CONSAGRADO A MARÍA A TRAVÉS DEL SANTO ROSARIO. DÍA 9.


 

—Hecha la señal de la cruz, y rezado con arrepentimiento el Acto de Contrición, se empezará con la siguiente…

 

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS



   Reina del santísimo Rosario, dulcísima Madre de nuestras almas: aquí tenéis a vuestros hijos que, confusos y arrepentidos de sus miserias, fatigados por las tribulaciones de la vida, y confiando en vuestra maternal protección, vienen a postrarse ante vuestro altar en este mes consagrado a honraros por el supremo Jerarca de la Iglesia.

 

 

   ¡Oh Madre amorosísima! Nosotros queremos obsequiaros dedicándoos estos breves momentos con toda la efusión de nuestras almas. Acogednos bajo las alas de vuestro maternal amparo, cubridnos con vuestro manto y atraednos bondadosa a vuestro purísimo Corazón, depósito de celestiales gracias.

 

 

   Dejaos rodear de vuestros hijos, que están pendientes de vuestros labros. Hablad, Madre querida, para que oyéndoos sumisos y poniendo en práctica las santas inspiraciones que cual maternales consejos os dignéis concedernos durante este bendito mes, logremos la dicha de vivir cumpliendo con perfección la santísima voluntad de vuestro Divino Hijo, creciendo en todo momento su amor en nuestros corazones, para que logremos la dicha de alabarle con Vos eternamente en la Gloria. Amén.

 





DIA NOVENO — 9 de octubre.

 

 

Segunda consideración sobre el cuarto Misterio gozoso.

 

De las prácticas piadosas.

 

 

   Empezando hoy las consideraciones sobre las prácticas piadosas que la contemplación de la Santísima Virgen en el templo nos inspira, haremos algunas reflexiones acerca de los principales actos de piedad, exceptuando los Santos Sacramentos, de los que nos ocuparemos más tarde. Entre ellos ocupa el primer lugar la asistencia al santo sacrificio de la Misa; y verdaderamente no se comprende cómo un cristiano, y más aún una persona que haga profesión de piedad, pueda, a menos de tener graves impedimentos, pasar un solo día sin asistir a la renovación de los misterios sagrados de nuestra Redención, y sin implorar la divina misericordia, tan propicia durante el santo sacrificio de la Misa, sobre tantas y tantas necesidades particulares y generales que nos rodean, y sobre las ánimas benditas del Purgatorio, para las que la santa Misa es sufragio valiosísimo.

 

   El P. Cormier, en sus Entretenimientos a los Terciarios Dominicos, dice lo siguiente, que puede muy bien aplicarse a los devotos del Santo Rosario: “El Terciario debe considerar la santa Misa como el sol de su día, y como sólido eje alrededor del cual se mueven con facilidad, ardor y rigor todas sus acciones, tanto interiores como exteriores: Por lo tanto, debe disponer todas las obligaciones de su estado, de tal modo, que le permitan asistir a ella todos los días. Si tiene que hacer algunas concesiones respecto a sus ejercicios de piedad, por causa de las personas que le rodean, o por las exigencias de sus ocupaciones, tratará de que estas concesiones recaigan más bien sobre otros ejercicios, para que no se le moleste respecto a éste. Ha de saber también soportar en paz las recriminaciones que puedan hacérsele, con el fin de conquistar poco a poco esta justa y preciosa libertad de asistir al santo sacrificio de la Misa todos los días. Y le será más fácil conquistarla a medida que demuestre que sabe aprovecharse de ella, trabajando el resto del día en cumplir sus deberes con el mayor acierto y generosidad”.

 

   La oración mental, la lectura espiritual y el examen de conciencia son también medios para alcanzar la perfección, que nunca debemos omitir. Más adelante encontraremos ocasión de ocuparnos de la primera de estas prácticas; en cuanto a las otras dos, debemos procurar observarlas convenientemente, cuidando en la lectura espiritual de no usar otros libros que los que nuestro director nos aconseje, pues no todo lo bueno hace bien a todos, y hemos de leer con detención, saboreando cada uno de aquellos pensamientos que mueven nuestro espíritu, dejándolos penetrar en él dulcemente y suspendiendo la lectura algunos instantes, que más vale leer poco y sacar mucho fruto, que no devorar muchas páginas fría y precipitadamente. Conveniente es recogernos un momentito antes, como ligera preparación a nuestra lectura, y no olvidar tampoco una acción de gracias, siquiera sea brevísima, después de ella, En cuanto al examen particular, debemos ser constantes en su práctica, para que después de habernos servido como escardillo para arrancar de nuestra alma todos los defectos, nos ayude a plantar en ella todas las virtudes. Finalmente, si deseamos de veras adelantar en ellas, no debernos omitir tampoco los ejercicios anuales, pues sabemos que mediante su práctica otorga el Señor preciosas y abundantes gracias conducentes a la salvación del alma.

 

   Pero no imitemos a aquellas personas que se ocupan más de aumentar el número de sus devociones, que de practicarlas de una manera conveniente. San Francisco de Sales aconseja hacer las cosas ordinarias, más de una manera no ordinaria, sino con perfección; pero estas personas creen que ella consiste en multiplicar sus piadosos ejercicios, y así no oyen hablar de nuevas devociones sin que las abracen inmediatamente, resultando de aquí que, cargándose de un cúmulo de prácticas que no pueden cumplir buenamente, encuentran en esta multiplicidad una carga abrumadora, de la que tratan de desembarazarse lo antes posible; y pensando únicamente en terminar pronto, no se ocupan de las disposiciones que deben llevarse a la oración. Con esto adquieren la costumbre de rezar maquinalmente, imposibilitándose en cierto modo de practicar la oración con un espíritu tranquilo, atento, humilde y recogido cual se debe. Bien se ve cuán preferible fuera reducir estas devociones y practicar con verdadero espíritu aquellas que son compatibles con los deberes y disposiciones de cada uno, según el dictamen de su director espiritual. Esto debe ser, pues, nuestra conducta: huir de esa fiebre de novedad que quiere abarcar cuanto oye e imitar a todo el mundo, conformándonos con practicar con perseverancia inquebrantable aquello prudentemente señalado en nuestro plan de vida; y si queremos hacer más, fijémonos en hacerlo mejor cada día, que más haremos, es decir, más agradables serán a Dios nuestras prácticas, a medida que con mayor perfección las observemos.

 

 


 

ÉJEMPLO

 

   Tres vírgenes, con objeto de prepararse para la fiesta de la Purificación, y por consejo de su confesor, rezaron el Rosario por espacio cie cuarenta días. En la vigilia de dicha fiesta la Santísima Virgen se apareció a la primera hermana con un rico vestido bordo en oro, y dándola las gracias, la bendijo. Se apareció después a la otra hermana con un vestido sencillo, y también la dio las gracias, mas preguntándole ésta por qué se había presentado a la otra con un vestido tan rico, María le contestó: «Porque ella me ha vestido mejor que tú.» -Después se apareció a la tercera, con un vestido de cañamazo, y ésta le pidió perdón por su tibieza en amarla.

 

   Al siguiente año todas las tres se prepararon muy bien para dicha fiesta, rezando el Rosario con gran devoción, y en la noche anterior a la fiesta se les apareció María muy engalanada, les dijo que se preparasen para ver el Paraíso a la mañana siguiente. Así lo hicieron confesando y comulgando; y a la hora de Completas volvieron a ver a la Santísima Virgen que vino a buscarlas, y entre los cánticos de los ángeles expiraron dulcemente las tres, una tras otra. (De las Glorias de María.)

 

 


 

SANTOS Y REYES DEVOTOS DEL ROSARIO

 

 



   El Beato Luis Grignion de Montfort, que por su ardiente celo en propagar el Rosario mereció ser comparado a Santo Domingo, no dejaba de recomendarle en sus predicaciones y en sus escritos. Cuando daba una misión hacía rezar las tres partes del Rosario a distintas horas. Tal es también el ejercicio de los Padres de su Congregación, siendo de notar que las Hijas de la Sabiduría, establecidas por él, deben rezar cada día el Rosario enteró, en vez del Oficio divino. (P. Pradel.)

 

 




   Blanca de Castilla, reina de Francia, fué iniciada en la devoción del Rosario por el mismo Santo Domingo, é invocando con ella a la Santísima Virgen, según el consejo del Santo, para tener sucesión; cuando llevaba ya doce años de matrimonio, alcanzó tener por hijo a San Luis, rey de Francia, que fué modelo de reyes. (P. Pradel)

 

 

ELOGIOS PONTIFICIOS DEL ROSARIO

 



   Al Rosario se debe la extirpación de las herejías. (San Pío V.)

 



OBSEQUIO

 

 

   El obsequio a la Santísima Virgen para este día, y lo mismo para todos los del mes será redoblar en cada uno de ellos el fervor en la recitación del Santo Rosario, y la atención en la meditación de sus misterios. También se podrá ofrecer a la Santísima Virgen como obsequio, los actos de piedad que inspire a cada uno su devoción.

 

 

 

SÚPLICAS Á LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA TODOS LOS DÍAS DEL MES.

 

 

   Os saludamos, Virgen Santísima, Hija de Dios Padre, bendiciendo a Dios, que os preservó de toda mancha en vuestra Inmaculada Concepción. Por tan excelsa prerrogativa os rogamos nos concedáis pureza de alma y cuerpo, y que nuestras conciencias estén siempre libres, no sólo del pecado mortal, sino también de toda voluntaria falta é imperfección. (Avemaría).

 

 

   Os saludamos, Virgen Santísima, Madre de Dios Hijo, bendiciendo a Dios, que os concedió el privilegio de unir la virginidad a la maternidad divina. Por tan singular beneficio os rogamos que nos concedáis la gracia de vivir cumpliendo nuestras respectivas obligaciones, sin apartarnos nunca de la presencia de Dios, dirigiendo a su gloria y ofreciendo, por su amor hasta nuestro más leve movimiento, santificando, así todas nuestras obras. (Avemaría).

 

 

   Os saludamos, Virgen santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo, bendiciendo a Dios por la gracia que os concedió en vuestra Asunción, glorificándoos en alma y cuerpo. Por tan portentosa gracia os rogamos nos alcancéis la de una muerte preciosa a los ojos del Señor y que nos consoléis bondadosa en aquellos supremos momentos, para que, confiados en vuestro poderoso auxilio, resistamos a los combates del enemigo y muramos dulcemente reclinados en vuestros amantes brazos. (Avemaría).

 

 

ORACIÓN FINAL

 

 

   ¡Oh Virgen Santísima del Rosario, Madre de Dios, Reina del cielo, consuelo del mundo y terror del infierno! ¡Oh encanto suavísimo de nuestras almas, refugio en nuestras necesidades, consuelo en nuestras penas, desalientos y pruebas! A Vos llegamos con filial confianza para depositar en vuestro tiernísimo Corazón todas nuestras necesidades, deseos, temores, tribulaciones y empresas. Vos, Madre mía, lo conocéis todo y omnipotente por gracia, podéis remediarnos. Vos nos amáis, Madre querida, y queréis todo nuestro bien. ¡Ah y cuán consolador es saber que no hay dolor para el que no nos ofrezcáis alivio, ni situación para la que no haya misericordia en vuestro amante Corazón! Por esto nos arrojamos confiadamente en vuestros brazos, esperando vuestro amparo maternal. Somos vuestros hijos, aunque indignos por nuestras miserias y por la ingratitud con qué hemos correspondido a vuestros maternales. favores. Pero una vez más, perdonadnos, oíd nuestras súplicas y despachadlas favorablemente. Haced, Madre querida, que no olvidemos las saludables enseñanzas que se desprenden de la consideración de los misterios del santo Rosario, ni las inspiraciones que durante ella nos habéis concedido, para que, imitándoos como buenos hijos, durante el destierro de la vida, merezcamos la dicha de vivir con Vos en las alegrías de la patria bienaventurada, alabando y bendiciendo al Señor por los siglos de los siglos. Amén.


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