Por Lucio Marmolejo.
Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.
Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores.
DÍA QUINCE: 15 de mayo.
Visita a la Imagen de
NUESTRA SEÑORA DEL PATROCINIO, que se venera en su Iglesia, extramuros de la
ciudad de Zacatecas.
Nta. Sra. del Patrocinio y la Bufa de Zacatecas.
Esta célebre Imágen, que suele también llamarse
Nuestra Señora de los Remedios, es muy venerada en Zacatecas, y se halla
colocada en una decente capilla, situada en la cumbre del cerro de la Bufa. He aquí su origen: Llegaron los conquistadores de
Zacatecas al cerro de la Bufa, donde los indios estaban pertrechados el día dé
la Natividad de la Virgen, 8 de Setiembre de 1546, y según asegura la
tradición, la misma Gran Señora les ayudó en su empresa de una manera
admirable, pues cuando los indios estaban más seguros de la victoria, porque
veían que el ejército contrario casi no tenía comparación con el suyo, y porque
desde la elevada cumbre de la Bufa dominaban enteramente a sus contrarios, se rindieron a ellos, y admitieron el suave yugo de la
ley de Jesucristo. Indudablemente la Santísima Señora obró de una manera
invisible en el ánimo de los indios, obligándolos a rendirse; pero este prodigio
no careció de señales exteriores, pues no falta quien asegure, que la Santísima
Virgen se apareció en persona a los indios que defendían a Zacatecas, y los
hizo aceptar la religión divina del Crucificado; y para perpetuo recuerdo de
tan singular maravilla, se halló luego en la cima de la Bufa, una portentosa
Imágen de María, llena sus sagradas manos de tierra con que había cegado a los
indios que se manifestaban rebeldes. Asi comenzó la divinísima Madre de Dios a
ser desde luego en esta Santa Imágen el amparo y refugio de la naciente ciudad,
por lo cual Felipe II mandó que se dibujase en el escudo de armas que concedió a
Zacatecas.
Permaneció la Santísima Imágen recibiendo los
más fervientes cultos de los zacatecanos, y patrocinándolos en todas sus
necesidades, hasta el 25 de Abril de 1750, en cuyo día y los tres siguientes, un
espantoso incendio que no fué posible apagar, redujo a cenizas la Iglesia Parroquial
de Zacatecas, y con ella la santa Imágen. Pero tal vez para consolar a los
zacatecanos de tan sensible pérdida, quiso la Santísima Señora dejarles una
admirable copia de su Imagen, pues pocos años antes de la catástrofe referida, al
fabricarse por orden del conde de la Laguna el templo de la Bufa, partiendo una
guija, apareció en ella esculpida la prodigiosa Imagen de María, sirviéndole de
colores las vetas que en el guijarro se admiran. Se edificó el templo dicho en
1728 por el conde de la Laguna, y se reedificó por el vecindario en 1794.
Nta. Sra. del Patrocinio retratada en el cerro de la Bufa con el Pendón Real de la Muy Noble y Leal Ciudad de Ntra. Sra. de los Zacatecas.
Desde que se verificó el terrible incendio,
se determinó hacer otra Imagen, y es la que hoy existe con la advocación de
Nuestra Señora de los Zacatecas en la nueva iglesia parroquial; pero la que verdaderamente
ha sustituido a la Imagen destruida, y la que hoy tiene Zacatecas en mayor
veneración, porque ha encontrado en ella una dulcísima y tierna protectora en
todas sus necesidades, es la que existe en la capilla de la Bufa, y se titula
Nuestra Señora del Patrocinio. Esta Imagen, a quien hemos consagrado el
presente día, es muy antigua, pues perteneció a uno de los conquistadores de
Zacatecas, Diego de Ibarra: fué después del general Agustín Zavala, quien la
donó al Santuario, para que se colocase en él: estuvo después por unos treinta
años en la antigua iglesia de la Merced, y luego en el Oratorio de la casa del
repetido conde de la Laguna, hasta que reedificada la capilla de la Bufa, fué
colocada en ella en 10 de Setiembre de 1705, y allí permanece hasta el día,
siendo todo el amor, amparo y consuelo de Zacatecas.
Es la Imagen de
talla y de hermoso rostro; tiene su cabeza adornada con una corona imperial, y
en la mano derecha una rosa, mientras que sobre la izquierda nos muestra a su
benditísimo Hijo, tan bello y tan amable, que según el ademan y postura, parece
quiere dejar las caricias maternales para tenerlas con los hombres; y la Santísima
Señora, ya sin la tierra con que cegó a los indios, se muestra Madre benigna, y
parece convidar a que se acerquen a sus aras; acerquémonos, pues, y ofrezcámosle
las preces de este día, y su liberal mano pagará nuestra ofrenda con
beneficios.
VIDA DE MARÍA
Huida a Egipto.
Desde la noticia
que dieron a Herodes los reyes magos de haber nacido el Mesías, no pudo aquel
tirano tener tranquilidad, temiendo que algún día le arrebatase el solio; por
lo que dio la orden más inicua que han visto los siglos, mandando degollar a
todos los niños que no hubiesen cumplido dos años. El Hijo de María estaba,
pues, amenazado de muerte; mas he aquí un ángel que baja del cielo, y dice al
santísimo José: «Toma
al Niño y a su Madre, y huye a Egipto, porque ha de acontecer que Herodes
busque a Jesús para perderlo, quitándole la vida.» ¡Qué anuncio tan terrible! fué una espada de
dolor, que atravesó el alma de la más tierna de las madres. Huyen, pues, las tres
personas más augustas, más puras, mas venerables, más sublimes, mas sabias y más
santas que han pisado la tierra: huye el Criador de sus débiles hechuras, y busca
asilo en un país lejano, en un pueblo idólatra y enemigo. Y María, la Virgen
Santa, pobre y sin recursos, se pone al instante en camino con su Hijo y con su
esposo: no vacila, no duda, no pregunta ¿quién será su guía? ¿quién la sustentará? ¿quién le dará
hospitalidad? El cielo le manda que
huya, y esto basta para la esclava del Señor.
OBEDIENCIA DE MARÍA
María, primorosísima Dalia.
(Dahlia variabilis.)
En su
estado natural y silvestre, nos representa la dahlia la penuria de María Señora
Nuestra, al recibir la orden de partir a Egipto; y en el Estado de cultivo, la
pronta obediencia con que la ejecutó. En efecto, ninguna flor hay que
cumpla más obediente los deseos del hombre; si este le manda que centuplique
sus hojas, lo ejecuta obediente, y se ostenta pomposa, disputando la primacía
con las más bellas flores conocidas; si le manda que diversifique sus colores,
obedece en el acto, y presenta variedades tan bellas y tan numerosas, que ninguna
flor ha podido igualarle en este punto; así como á, María ninguna criatura ha
podido ni podrá igualar en su pronta obediencia a las órdenes de Dios, ya se le
mande que centuplique sus trabajos, ya que diversifique sus penalidades; por
último, hasta la falta de aroma que se observa en la
dahlia, junta con su rara belleza, nos simboliza muy bien la obediencia y demás
virtudes que María practicó en su huida a Egipto, que admiraron al cielo con su
rara belleza, pero que pasaron desapercibidas de los hombres carnales y
terrenos, porque les faltaba el aroma de la grandeza mundana.
ORACIÓN
¡Obedientísima Virgen María, mi Señora! que
sin atender a la multitud de penalidades
y trabajos a que ibas a exponerte, emprendiste apresurada tu marcha para
Egipto, tan luego como comprendiste que así lo mandaba el Señor; por los
méritos que contrajiste con ese sublime acto de obediencia, te suplicamos humildemente, que,
sin atender a nuestra indignidad y miseria, te dignes ampararnos y ser nuestra
guía entre los escollos sin número del azaroso mar de la vida, cegando las
pasiones que nos tiranizan, para que no puedan acertarnos los formidables tiros
que nos dirigen, con el objeto de impedirnos guardar los preceptos divinos; así
como cegaste en Zacatecas a los indios chichimecas, para abrirles los ojos del alma,
haciéndolos formar parte del rebaño de Jesucristo, a quien iremos a bendecir en
tu compañía por toda la eternidad, sí como lo esperamos, atiendes nuestros
ruegos. Amén.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días antes de la meditación.
Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.
Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.
Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.
MEDITACIÓN
1º—Contemplemos lo mucho que por nosotros sufrió
el Divino Hijo de María en su huida a Egipto. ¡Qué anonadamiento tan asombroso de la
Grandeza Suprema! La huida es el último recurso de la timidez y de la
flaqueza, y, sin embargo, lo adopta el Criador del cielo y de la tierra. ¡Oh juicios inescrutables
de Dios! ¡oh misterio incomprensible de la Redención! ¡oh amor intenso de Jesús
a los hijos de Adán!
2º—Admiremos la obediencia de María: cualquiera
que sea la orden que reciba del cielo, la ejecuta con una prontitud admirable:
no se detiene, no hace caso de lo mucho que puede costarle;
no intenta excusarse de su cumplimiento, aunque conozca que le fuera fácil hacerlo,
sino que la ejecuta llena de gozo, en medio de los mayores trabajos.
3º—Tratemos de imitarla en lo posible; y
para esto consideremos que si su altísima dignidad,
su mucha delicadeza y su grande santidad no la hacían que se considerara
eximida de esta ciega obediencia, ¡cuánto menos lo estaremos nosotros, hombres degradados,
groseros y pecadores! etc.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días después de la Meditación.
¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.
—Ave María.
CANTO
Corro la sangre en anchurosos ríos
En la infeliz Judea tiranizada;
Sirve en vano de escudo
El pecho de la Madre desolada
Para salvar su prenda idolatrada.
Su tierno Hijo qué cadáver mudo
Entre sus brazos queda;
Pues la ruda fiereza
Del verdugo inhumano, su cabeza
Arrojó, por el suelo,
Y sumergió a la Madre en hondo duelo.
Herodes el tirano
Dio mandato tan bárbaro e inhumano.
Porque del Niño de Belén temía,
En su delirio insano,
Le arrebatase un día
El trono que formaba su alegría.
¿Y qué será posible
Que, en medio de la atroz
carnicería,
La divina cabeza
Caiga también del Hijo de
María?
¿Morirá el tierno Niño,
Cuyo infinito, sin igual
cariño,
Por redimir al mundo,
Lo hizo bajar del cielo,
Al miserable suelo
En el abatimiento mas
profundo?
No, que ya de la altura,
Desciende un ángel bello y refulgente,
Que como el so fulgura,
Y a la morada pura
De María se dirige reverente,
Y en el nombre de Dios a José dice:
«Con Jesús y María
Huye a tierra de Egipto
prontamente,
Porque la mano impía
De Herodes delincuente
Ha de buscar al Niño
diligente;
La muerte quiere darle,
Y es precisa la fuga por
salvarle»
Y toman el camino
En el momento los esposos santos,
Con el Niño divino
En medio de dolores y quebrantos.
De Dios el brazo fuerte
Así burla de Herodes el encono,
Y libra de la muerte
Al Niño Soberano,
Que con su sangre salvará al humano.
PRÁCTICA PARA MAÑANA
Reza tres veces la Letanía
Lauretana.
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