domingo, 4 de mayo de 2025

MES DE MARÍA MEXICANO o sea LAS FLORES DE MAYO CONSAGRADAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. (1868). DÍA 3.

 


Por Lucio Marmolejo.

Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.

Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores.


DÍA TRES: 3 de mayo.

 

Visita a la Imagen de NUESTRA SEÑORA LA CONQUISTADORA, que se venera en la iglesia de San Francisco en la ciudad de Puebla.


 

   La célebre Imagen de Nuestra Señora la Conquistadora, amparo de los felices habitantes de la ciudad de Puebla, fué traída de España por Hernán-Cortés; de suerte que seguramente es la más antigua en la República, pues consta, por información jurídica que se hizo en 1582 ante D. Alonso de Nava, que se encuentra en este país desde el año de 1519.

   Cortés la donó a un noble cacique de Tlaxcala, llamado D. Gonzalo Alxotecatl, quien la conservó en su poder con gran veneración, hasta que se la dio al padre Fr. Juan de Rivas, uno de los fundadores del convento de San Francisco de Puebla: este religioso la puso en el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció, hasta que se le fabricó una decente capilla, que es la principal de la banda del Norte.



   «Nuestra Señora la Conquistadora, dice el «Zodiaco Mariano,» es detalla como de un codo de alto, con su divino Niño en el lado izquierdo. Hoy se conserva inserta en el pecho de un águila de plata, que tuvo de costo más de dos mil pesos, con las alas extendidas, en ademan de querer volar, representando a la célebre mujer del Apocalipsis, a quien se dieron dos alas de águila grande para volar al desierto, y para favorecer con su sombra a los que se valen de su patrocinio. Hay fundada cofradía de esta sagrada Imagen, que milita debajo de su nombre y patrocinio y se le hace solemne fiesta todos los años el día de la Natividad de la Virgen, precediendo un novenario de misas y sermones».

 

Vida de María

Presentación al Templo.

 

   Tres años vivió la Purísima Virgen María en compañía de sus ancianos padres, y apenas los había cumplido, se consagró a Dios, ofreciéndose en el templo, según aquellos lo tenían prometido. Los ángeles absortos abren de par en par las grandes puertas, los sacerdotes reciben a María regocijados, y esta Niña celestial huyendo del mundo, de sus placeres y comodidades, abrazando el retiro, la mortificación y la penitencia, deseando solo unirse con su Dios, sacrificando las caricias de sus padres y todo cuanto pudiera serle agradable, y levantando la primera el estandarte de la virginidad, elevó al cielo la virtud de estos actos, y el Eterno se regocijó con su agradable olor.



DOCILIDAD DE MARÍA

María, Junco hermosísimo.

(Mammillaria Coronaria.)



 

   ¡Cuán hermoso ejemplo de abnegación nos ofrece María en su presentación al templo! ¡qué obediencia a la voluntad de Dios y a las órdenes de sus padres! Su docilidad, pues, debe ser hoy objeto de nuestro asombro y consideración, representándonos a María como gracioso junco, emblema de la docilidad. ¡Qué bellas son las flores del junco!; ¡qué encendido el carmín de sus multiplicadas hojas! ¡qué graciosos los largos pistilos que decoran su centro! Pero María; ¡cuán hermoso tendría el carmín de sus mejillas al entrar en el templo! ¡qué graciosa su purísima alma, centro de su existencia!; ¡qué bella a los ojos del Criador, con aquella docilidad con que obedeció sus mandatos, sin la menor resistencia, dándonos un ejemplo que nunca debemos olvidar!

 




ORACIÓN


   ¡Soberana Reina y excelsa Señora! encendido está nuestro corazón en amor tuyo, al contemplar la sublime abnegación con que te presentaste a las puertas del templo de Jerusalén para consagrarte al servicio del Señor: por el grande mérito que entonces contrajiste a los ojos de Dios, te rogamos encarecidamente que nos concedas la virtud de la sumisión a las órdenes de nuestros padres y superiores, y muy especialmente a las de Dios Nuestro Señor, para que de esa manera conquistes nuestras almas para la gloria, así como conquistaste, para la fe sacrosanta de tu Hijo crucificado a los dichosos habitantes de Puebla, por medio de tu sagrada Imagen Conquistadora, y entonces te iremos a alabar sin cesar por toda la eternidad, en medio de los ángeles y santos. Amén.

 

ORACIÓN

Que se dirá todos los días antes de la meditación.

 


   Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.

 

   Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.

 

   Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.


MEDITACIÓN


1º—¡Qué ejemplo tan admirable de obediencia y docilidad nos dio la Santísima Virgen en su presentación al templo! Era la futura Madre de Dios, la Reina del cielo y de la tierra, y, sin embargo, obedeció sin réplica: y nosotros, hombres miserables, cargados de pecados, rehusamos obedecer los divinos preceptos, rehusarnos cumplir la ley de Dios: avergoncémonos al ver que se nos dio tan santo ejemplo por una Niña de tres años, y enmendémonos para lo sucesivo.

 

2ª—Pidámosle a Dios gracia para cumplir el anterior propósito, porque con solas nuestras fuerzas nada podemos; y humillemos nuestra soberbia delante de su Divina Majestad, como medio muy a propósito para conseguir esta gracia.

 

3º—Roguemos a la Virgen Santísima que apoye nuestras peticiones delante de Dios, y que sirva a nuestras almas de poderosa egida contra las tentaciones, para que de ese modo nos obténgala perseverancia final, completando así la obra que comenzó al conquistarnos para el rebaño de Jesucristo, etc.

 

 ORACIÓN

Que se dirá todos los días después de la Meditación.

 


   ¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.

 

—Ave María.

 

CANTO

 

Querubes y ángeles

Del templo en torno

Alegres cánticos

Alzando están:

Se inclinan plácidos,

Y con sus alas

Forman magnífico,

Rico dosel:

De gozo trémulos

Incienso queman,

De olor suavísimo

Como el jazmín;

Porque la espléndida

luz de Solima,

La blanca y cándida

Perla de Sion,

Con gozo místico

Allá camina,

A Dios donándole

Su juventud.

El mundo pérfido,

Sus padres mismos

Y cuanto diérale

Algún placer,

Por Dios altísimo

Luego abandona,

Por ir solícita

Hasta el altar:

Luego los ángeles

Las puertas abren,

Y prosternándose

La ven venir;

Y en la purísima,

Divina huella,

Que con pie célico

María dejó,

Dándole plácemes,

La boca pone,

De asombro estáticos

Con tal virtud.

En tanto el pórtico

Pasa María,

Y arrodillándose

Ante el altar;

Como una tórtola

Inmaculada

Virgen Purísima,

Se va a ofrecer.

De gozo trémulo,

Viendo el prodigio,

Descendió rápido

El serafín:

Y el cielo estático

Viendo a María,

Su Reina altísima

La proclamó;

Y al trono espléndido

De Jehová sumo,

Olor tan plácido

Jamás subió.



PRACTICA PARA MAÑANA


   Asistir devotamente al Santo Sacrificio de la Misa.


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