martes, 3 de junio de 2025

MES DE MARÍA MEXICANO o sea LAS FLORES DE MAYO CONSAGRADAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. (1868). DÍA 21.

 


Por Lucio Marmolejo.

Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.

Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores


DÍA VEINTE Y UNO: 21 de mayo.

 

Visita a la Imagen de NUESTRA SEÑORA DEL REFUGIO, que se venera en la iglesia del Colegio Apostólico, extramuros de la ciudad de Zacatecas.

 

 


   Bien conocida es la admirable historia de la Imagen original de Nuestra Señora del Refugio, que se venera en Frascati, la cual fué hecha por mandato del P. Antonio Baldinucci, a quien sirvió de guía y consuelo en sus apostólicas tareas, y en cuyo poder obró tantos prodigios, que fué solemnemente coronada por disposición de Nuestro Santísimo Padre Clemente XI el día 4 de Julio de 1717. Se halló presente a la coronación el P. Juan José Giuca, que, destinado a la provincia mexicana de la Compañía de Jesús, vino a ella el año de 1719, y trajo consigo la primera Imagen de Nuestra Señora del Refugio, que se veneró en América, y que había hecho copiar de la original de Frascati. Destinado para la ciudad de Puebla, introdujo allí la devoción a esta sagrada Imagen, encendiéndose de una manera tan extraordinaria, que cuatrocientas mil estampas que se mandaron tirar no fueron bastantes a satisfacer los pedidos que de ellas había; y la Santísima Señora manifestó a los poblanos que aceptaba sus obsequios, patrocinándolos de una manera especial, por medio de una de sus Imágenes, que pertenecía a un pobre que vivía hacia el punto de la ciudad que llaman las Caleras, y hoy se venera en un hermoso Santuario.



   Por el año de 1745 vivía aun en Puebla el P. Juan José Giuca, y tenía consigo con gran veneración y amor la sagrada Imágen que había traído de Italia; pero estando un día en oración delante de ella, oyó dentro de su corazón una voz que le decía con la mayor claridad, que era voluntad de la Santísima Virgen, que entregase aquella su Imágen del Refugio a los religiosos de Zacatecas, para que la llevasen a su convento, y procurasen el aumento de su culto.




   Había entonces en Puebla misiones del Colegio Apostólico de la Santa Cruz de Querétaro, y se reunió con los religiosos que las daban el R. P. Fr. José María Guadalupe Alcivia, del colegio de Zacatecas, que accidentalmente se hallaba en Puebla: fué este padre a predicar una tarde á la iglesia de la Compañía, y cuando concluyó el sermón, lo llamó a solas el P. Giuca, diciéndole que tenía que tratar con él un importante negocio; fueron a su aposento, y con los ojos llenos de lágrimas, mostrando al P. Alcivia la hermosa y santa Imágen de Nuestra Señora del Refugio, le dijo estas precisas palabras: «Esta Señorita me ha dicho que se quiere ir con ustedes, para que como quienes andan por el mundo, la den a conocer por él, y soliciten su culto». Tomó el P. Alcivia la Imágen lleno de regocijo y reconocimiento, y salió luego a misionar por todo el obispado de Puebla, hasta que, llamado de Zacatecas, por haber sido electo vicario de su colegio, se fué a él a fines del año 1744. Manifestó la Santa Imágen a los religiosos, diciéndoles cómo la Señora había escogido aquel Colegio para su morada, y fué recibida por ellos con grande gozo y respeto El siguiente año de 1745, salió el P. Alcivia á misionar, llevando consigo la Sagrada Imágen, y recogió los más opimos frutos; volvió al Colegio a los seis meses con la Imágen triunfante y victoriosa, y rica de trofeos de almas, que se habían convertido por su medio. Fué colocada en el altar mayor de la iglesia, y allí permaneció tres años, hasta que en 1748 se le hizo el hermoso colateral en que hasta el día permanece, recibiendo los más fervientes cultos de los religiosos y de toda la ciudad de Zacatecas, y patrocinando siempre las misiones de aquel Colegio.




   Por donde quiera que va, obra prodigios; por donde quiera que va, derrama consuelos; por dondequiera que va, convierte pecadores: el autor de la historia de Nuestra Señora del Refugio refiere multitud de portentos obrados por esta Señora, especialmente para la conversión de los pecadores, y de allí tomaremos los siguientes.

   Un religioso del colegio de Zacatecas, llamado Fr. Anastasio de Jesús Romero, que había sido siempre amartelado devoto de Nuestra Señora del Refugio, se enfermó de una apoplejía fulminante: fueron vanos todos los recursos de la ciencia, porque embargadas todas las facultades del enfermo, mas parecía cadáver que persona viva: el guardián entonces, lleno de confianza en la Santísima Virgen del Refugio, la hizo llevar a la celda del enfermo, pidiéndole que a lo menos desatase su lengua por un instante para que se pudiera confesar, y no salió fallida su esperanza, pues en el momento que la Sagrada Imágen entró a la celda, pudo hablar el enfermo, se confesó y recibió el sagrado Viático, y en poco tiempo recobró la salud.

   Había en cierta ciudad una mujer de buena familia, pero desgraciadamente de malos sentimientos, que enteramente olvidada de sus deberes de cristiana, corría desenfrenada por el sendero de la culpa, y completamente cegada por la pasión brutal de la impureza, la cual trajo luego a su corazón la de los celos. Sospechó un día que su amante, faltándole a la fidelidad que no le debía, la había olvidado y amaba otra mujer; hizo grandes diligencias para cerciorarse de la verdad; pero no lo pudo conseguir. Estando en esto, oyó decir que al siguiente día se comenzaba el Novenario que a la Santísima Virgen del Refugio iban a hacer los religiosos que estaban dando misiones en aquella ciudad; y sabiendo lo muy concurrida que debía estar la solemnidad, comprendió que debían asistir su amante y la mujer que causaba sus celos, y se fué a la iglesia con el depravado fin de observarlos desde una parte oculta, para, si sus sospechas eran ciertas, recibir en la noche a su amante con la afabilidad acostumbrada, y asesinarlo luego cuando estuviera dormido. Pero apenas entró al templo, cuando vio a Nuestra Señora del Refugio, y sin poderlas resistir, sintió en su corazón las inspiraciones de la gracia, se rindió a ellas, se fué a arrojar a los pies de un confesor, y con el arrepentimiento más vivo y profundo, confesó sus pecados, de suerte que la que había ido al templo para hacer a Dios una nueva y grave ofensa, salió de él justificada por una sola mirada de la Virgen Santísima del Refugio.

   Ea, pues, pecador; confianza en tu Refugio, pues si se dignó ver con ojos de misericordia a la mujer que iba al templo con el solo fin de ofender a su Santísimo Hijo, ¿cómo no ha de verte a tí si la buscas arrepentido?

 

VIDA DE MARÍA

María encuentra a Jesús con la Cruz a cuestas.



   Había concluido el Redentor Divino la predicación del Evangelio, había instituido el grande Sacramento de su amor, había orado en el huerto, y entregado por Judas, había sido llevado en medio del baldón y del escarnio ante Pilatos, Herodes y Caifás, y después de azotado, escupido y abofeteado, y de otros mil inauditos ultrajes, había sido condenado a muerte como el más infame malhechor; y en cumplimiento de esta sentencia inicua, ya caminaba al Calvario con la Cruz en los hombros, desfallecido y casi moribundo, cuando al pasar por la calle de la Amargura, su bendita Madre, que había permanecido oculta durante sus glorias, y hoy corre desolada en su busca, porque va a padecer, lo encuentra allí en el estado más lastimero y deplorable, en un estado que hubiera sido capaz de conmover al mármol y al diamante. Su corazón se hace trizas de dolor; pero continúa su marcha con el Divino Mártir hasta llegar al Calvario.

 

CONSTANCIA DE MARÍA

María, hermosa y delicada Reseda.

(Reseda odorata)

 



   Hermoso símil nos ofrece la reseda de la admirable constancia con que María, Señora Nuestra, fué en busca de su Hijo Santísimo, para hacerse participante de los tremendos dolores de su pasión. La pequeñez y finura de los tallos de la reseda, lo delicado de sus lindas espigas de flores y la suavidad exquisita de su aroma, nos representan a la delicada y sensibilísima María: conservando la reseda sus flores todo el invierno, a pesar de su delicadeza, nos simboliza la invicta constancia con que María se conserva en todo el crudo invierno de sus penas, y en especial en su encuentro con el Divino Mártir que caminaba al suplicio del Calvario: por último, la constancia de la reseda se extiende hasta á resembrarse por sí misma, para hacerse perenne, así como la de María hasta continuar presenciando los tormentos todos del Salvador y su muerte en la Cruz, cuando solo el dolor que sintió en su encuentro con Jesús, era bastante para quitar la vida al más fuerte mortal.

 


ORACIÓN


   ¡Oh Santísima Reina del Cielo y de la tierra! ¡oh consuelo del triste! ¡oh Refugio del desgraciado pecador! hoy contemplamos con amorosa compasión el intensísimo y terrible dolor que sentiste cuando encontraste a tu Santísimo Hijo y Redentor nuestro con la Cruz a cuestas en el camino del Calvario. Haz por ese dolor ¡oh gran Señora! que nosotros seamos libres de los eternos tormentos; conmuévanse tus entrañas piadosísimas y misericordiosas a la vista de nuestra pequeñez y de nuestra miseria, y concédenos fortaleza y constancia para contrariar a nuestros enemigos, como tú la tuviste para soportar tus agudísimos dolores; conviértenos de corazón a Dios, pues hoy te hemos consagrado nuestras preces por medio de tu santa Imagen del Refugio; y esperamos por eso no salir desamparados, aun cuando nos confesamos los más viles pecadores del mundo, pues confiamos en tí, en que cambiarás nuestro corazón, como lo has hecho con tantos otros dichosos pecadores, y nos llevarás al Cielo, donde cantaremos agradecidos tus alabanzas por toda la eternidad. Amén.

 

ORACIÓN

Que se dirá todos los días antes de la meditación.

 


   Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.

 

   Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.

 

   Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.



MEDITACIÓN

 

1º—Meditemos en los sucesos terribles de la pasión del Señor, que tuvieron lugar desde su prendimiento en el Huerto de los Olivos, hasta que fué conducido entre ultrajes y oprobios al monte Calvario, con la pesada Cruz en sus sacratísimos hombros, y cayendo en tierra repetidas veces, atadas las manos del Omnipotente, debilitado y sin fuerza el Criador y próximo á morir el Autor de la vida.

 

2º—Consideremos cuán agudo y terrible seria el dolor que experimentó María en su encuentro con su Hijo, desfallecido y moribundo, excitándonos a una grande compasión y a un tierno y muy profundo amor a esta dolorosa Madre.

 

3º—Llenémonos de agradecida confianza en María, que quiso titularse Refugio de pecadores, y desempeña tan bien esa consoladora advocación y protestémosle corresponder tan singular fineza, llevando en lo sucesivo una vida arreglada a los divinos preceptos, etc.


ORACIÓN

Que se dirá todos los días después de la Meditación.

 


   ¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.

 

—Ave María.




 

CANTO

 

   «Muera, muera con afrenta,

Crucifícalo», gritaba

El pueblo que se agolpaba

Ante el palacio del juez.

 

   El pueblo pérfido y vil,

El pueblo ingrato y desleal,

Que con sangre celestial

Quiere regar á Salem.

 

   Y el juez infame y cobarde

Firmó la inicua sentencia,

Y del pueblo a la insolencia

Al Hombre justo entregó.

 

   Ya entre baldones y oprobio,

Para el suplicio camina,

Vertiendo sangre divina

Por salvar al pecador.

 

   Lleva una soga en el cuello,

Y la cabeza sagrada

Con espinas coronada

Por el sacrílego juez.

 

   De azotes mil al impulso

Lleva la espalda llagada,

La mejilla profanada

Por bofetada cruel.

 

   Va con la Cruz en el hombro,

Tan débil y desangrado,

Que al suelo cae, doblegado

Con el peso de la Cruz;

 

   Y la bendita María,

Que iba en su busca afanosa,

Y encuentra en tan lastimosa

Situación a su Jesús.

 

   Siente en el alma mil muertes,

Siente en su pecho clavada

La más aguda estocada

Que en un pecho penetró.

 

   Mas con invicta constancia

Sigue a su Jesús, que llora,

Pues va a ser corredentora

Del infeliz pecador.



PRÁCTICA PARA MAÑANA


   Rezar siete veces en la mañana, tarde y noche la jaculatoria que comienza: “Madre llena de dolor etc.»

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