Por Lucio Marmolejo.
Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.
Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores
DÍA VEINTE Y DOS: 22 de mayo.
Visita a la Imagen de NUESTRA SEÑORA DEL REFUGIO, que se venera en la Iglesia de San Francisco en la ciudad de Guanajuato.
Fué fundado el
convento de San Francisco de Guanajuato el año de 1792, y en 1828 se le adjudicó
el templo de, San Juan Bautista, el cual fué reformado espléndidamente en 1850;
y entre las muchas y grandes mejoras que se le hicieron, fué una la de erigir
magníficos altares, en los cuales se colocaron muy hermosas y devotas Imágenes.
Pero entre todas ellas, la que más llama la atención por su extraordinaria belleza,
por la devoción y respeto que inspira, por la veneración en que es tenida por
los religiosos y por toda la ciudad de Guanajuato, y por los beneficios que ha
dispensado a sus devotos, es la de Nuestra Señora del Refugio, a quien hemos
consagrado el presente día.
Fué hecha por un escultor llamado Zeferino Damián,
y estuvo en una casa particular hasta que se dedicó el templo reformado de San Francisco;
entonces fué llevada a él, y colocada en el muy hermoso altar que expresamente
se le había edificado; y desde luego enamorados los guanajuatenses de aquella imágen
tan bella, comenzaron a venerarla mucho, y la Señora también ¿escucharlos
benigna, como lo prueban los varios votos y presentallas que hay en su altar, a
pesar del poco tiempo que tiene de construida, por lo cual la solemnidad del día
4 de Julio es tan solemne como concurrida. En la descripción del templo de San
Francisco, después de hablarse de sus varias bellezas, se encuentran las siguientes
palabras, relativas á esta santa Imagen: «A todo esto se añade el mérito de las Imágenes que en
los altares se veneran, no pudiendo dispensarnos de nombrar en particular la de
la Santísima Virgen María Nuestra Señora, bajo la advocación del Refugio, cuya
escultura, así como la del hermoso Niño que tiene en los brazos, son muy
perfectas, según calificación de personas inteligentes. Los habitantes de
Guanajuato manifiestan desde luego en las calles la devoción que les inspira esa
imágen, cuando doblan ante ella la rodilla, llenos de ternura, al verla en la
devota procesión del Corpus que sale cada año, el día 4 de Julio, del convento
de San Francisco; procesión en que los padres ponen su mayor esmero, después de
haber prestado un grande campo a los ensanches de la piedad cristiana en los
días de la novena y en la función del mismo día 4».
Es la Imagen de
talla, de cuerpo entero y de tamaño natural, y en el brazo siniestro mantiene a
su divino Niño, siendo muy grande la belleza de ambos rostros, que se ostentan
coronados con hermosas coronas ducales: está la Virgen sentada sobre una nube
sembrada de bellos serafines, todo de muy bien acabada escultura, y se viste
con una túnica de rico tisú encarnado y un manto bordado con estrellas y con
las cifras de los dulcísimos nombres de Jesús, María y José.
VIDA DE MARÍA
La Virgen al pie de la Cruz.
Llegó, por fin, el momento más solemne de los tiempos;
llegó el instante en que debían realizarse todas las profecías; llegó la hora
en que el mundo debía ser redimido, y Jesús en su sangriento patíbulo, es
levantado como un estandarte sublime de paz y de reconciliación entre el cielo
y la tierra, y de unión entre todos los pueblos del universo; están sus pies y sus manos taladrados
con agudos clavos, sus brazos extendidos para estrechar contra su seno al
pecador arrepentido, y su sangre divina chorreando sobre el suelo para
purificar la tierra; y al pie de su patíbulo, recibiendo sobre sí las ardientes
gotas de la divina sangre, se encuentra la Reina de los mártires, se encuentra María
la Madre de Jesús. ¿Qué pluma fuera capaz de decir, qué lengua de explicar,
ni qué entendimiento de comprender lo que sufrió la Virgen en aquellos terribles
y angustiosos momentos? Si reuniéramos todos los tormentos de los
mártires, todos los padecimientos de los moribundos, todos los lamentos de los
huérfanos, todavía no igualaríamos los dolores de la Virgen Santísima; si
reuniéramos toda la amargura de cuantas lágrimas se han vertido en el mundo,
tampoco sería comparable a una sola de las muchas que derramó María en el
Calvario. ¡Oh
tormento incomprensible! ¡Oh justicia terrible de Dios! que así la descargó inexorable sobre su inocentísimo
Hijo y sobre su purísima Madre en castigo de nuestros pecados.
DOLOR DE MARÍA
(María, bellísima Pasionaria)
(Passiflora incarnata)
Es imposible ver la lindísima flor de la pasionaria, sin
llevar luego nuestro pensamiento al Calvario y contemplar los inauditos tormentos
del Salvador del mundo. Encontramos en ella
la corona de espinas con que ciñeron los verdugos la frente de Jesús, los
clavos con que atravesaron sus sacratísimos pies y manos, las llagas de su
santísimo cuerpo, y otras muchas insignias que hicieron que esta flor tuviera
el nombre de flor de la Pasión; y como es imposible pensar en el Calvario, sin
pensar en la Virgen María de los Dolores, como que fué crucificada con Jesús,
según expresión de los Santos Padres, resulta que la pasionaria es el símbolo más
bello de los Dolores de María, a quien debemos contemplar hoy llenos de compasión
y de amor, como una preciosa pasionaria nacida entre las áridas rocas del
Calvario, y combatida de la manera más cruel por el terrible huracán de las
mayores angustias que han oprimido el pecho de un mortal.
ORACIÓN
¡Dolorosísima Virgen María, Madre del
Redentor Crucificado! está nuestro corazón inundado con la más grande
amargura, al contemplar que nuestros pecados han sido causa de que tú sufrieras
los inauditos dolores que atravesaron tu benditísimo corazón en el Calvario;
perdónanos, Señora, tantas ingratitudes, y ruégale a tu Santísimo Hijo, que por
los grandes padecimientos que Su Majestad y tú sufrieron en su santísima pasión,
seamos nosotros libres de los eternos tormentos del infierno; a eso vino del
cielo, por eso se sujetó a la muerte, por eso sufrió las mayores ignominias y
oprobios, y por eso también permitió que tú sufrieres tanto al pie de su
patíbulo. ¡Qué consuelo para nosotros los
pecadores! ¡qué motivo tan grande para nuestra más ferviente gratitud! qué razón tan poderosa
para alentar más y más la firmísima esperanza que tenemos de ir al cielo, en
donde lo alabemos y agradezcamos por toda la eternidad, el infinito amor que
nos tuvo y que lo hizo padecer tanto por nuestra salud. Amén.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días antes de la meditación.
Advierte, alma mía, que estás en la
presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está
mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y
exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos
los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el
Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú
misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta
meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la
última de tu vida? Puede ser que no
tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno
llanto los condenados en el infierno, que es el
perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas
tiempo tan precioso, por amor de Dios.
Creo, Señor, que estáis
íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables
beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita
liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta
aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis
pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón
agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a
mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina
presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que
corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha
despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón
mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita
bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera
deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno.
Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis
pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.
Bien conozco que no hay en mí otra cosa que
la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que
un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las
ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no
permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi
memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra
misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y
muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned,
Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son
del agrado de vuestro Santísimo Hijo.
MEDITACIÓN
1º—Consideremos los terribles excesos de la pasión
de Nuestro Salvador: admiremos su humildad y
mansedumbre; ponderemos los inauditos tormentos que sufrió en la Cruz y la ferocidad
del ingrato pueblo que asi trata a quien solo debía beneficios.
2º—Excitemos con todas nuestras fuerzas al agradecimiento
a nuestro débil y tibio corazón y prometamos a Dios nunca más ofenderlo, sino que, por el contrario, teniendo siempre en la memoria
su pación santísima, llevaremos nuestra cruz con gusto y resignación, puesto
que Dios no rehusó llevar la suya, habiendo sido infinitamente más pesada que
la nuestra.
3º—Meditemos con amoroso y compasivo detenimiento
en los dolores de María Santísima; hagámonos
cargo de lo mucho que padeció, considerando el amor casi infinito que profesaba
á su divino Hijo, para inferir de aquí cuánto sufriría con los sufrimientos de
Jesús, etc.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días después de la Meditación.
¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo
Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto
de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las
distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he
incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto....
Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra
infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia,
para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra
santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y
de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.
—Ave María.
CANTO
De susto el mundo y de terror temblaba
Con anchas grietas desgarrando el
suelo;
El sol su lumbre y su calor negaba,
Y allá en el alto y diamantino cielo
Con miedo el ángel al querub miraba
Y con amargo y grande desconsuelo;
Y aun los sepulcros horridos y yertos
Dejaban luego con pavor los muertos.
Todo callaba triste y silencioso,
Todo callaba con terror profundo,
El cielo y el abismo tenebroso
Y aqueste ingrato y delincuente mundo;
Al ver en un patíbulo afrentoso
Un hombre desangrado y moribundo:
Pero cosa, cual su último suspiro,
Nunca vio el tiempo en su infinito
giro.
Porque era este Hombre el Dios Omnipotente.
Que hizo de nada el mundo y las
estrellas,
Y la Luna y el Sol resplandeciente;
Y del hombre también las formas bellas
Con lodo nada más, y el alma ardiente
Con su soplo divino, y todas ellas
Las criaturas del mundo a sus pies
puso,
Pero hace de ellas deplorable abuso.
Como en el Paraíso la manzana,
Y lo maldice su Criador severo;
Mas la piedad domina soberana
En su pecho, aunque airado y
justiciero,
Y un Redentor le ofrece que mañana
Quite de su garganta el yugo fiero
Que acaba de ponerse, y es su Hijo
El Redentor que hoy muere en la Cruz
fijo.
Por eso el mundo ahora se estremece.
Por eso el cielo con asombro calla,
Por eso el susto en el abismo crece,
Que perdió con el hombre la batalla;
Y por eso la Virgen desfallece.
Que cerca del patíbulo se halla,
Soportando tan horrido tormento,
Cual comprender no puede el pensamiento.
Jamás un hijo sin su madre amante,
Lleno de hambre y de dolor y frio;
Jamás un moribundo delirante,
Jamás un mártir en el potro impío,
Un tormento sufrieron semejante
Al de la Virgen, cuando vio al judío
Crucificar a su Hijo idolatrado,
Y le dio hiel un pérfido soldado.
Sí, Paloma inocente y gemidora,
Nosotros contemplamos los horrores
De la pasión de tu Hijo, salvadora
De los tristes humanos pecadores,
Y aquella multitud desgarradora
De acerbos y terríficos dolores,
Que de tu pecho atravesó el sagrario,
Por el dolor del Mártir del Calvario.
PRÁCTICA PARA MAÑANA
Rezar el Santo Via-Crucis, meditando
en la Pasión del Señor y en los dolores de María Santísima.
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