domingo, 8 de junio de 2025

MES DE MARÍA MEXICANO o sea LAS FLORES DE MAYO CONSAGRADAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. (1868). DÍA 26.

 


Por Lucio Marmolejo.

Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.

Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores.


DÍA VEINTE Y SEIS: 26 de mayo.


Visita a la Imagen DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD, que se venera en Su Santuario en la ciudad de Oaxaca.

 


   En un suntuoso templo de la ciudad de Oaxaca, se venera la Sacratísima Imagen de Nuestra Señora de la Soledad, a quien hemos consagrado el presente día, y allí acuden siempre llenos de confianza los habitantes de aquella ciudad, a pedir y conseguir el remedio y el consuelo en sus necesidades y aflicciones. 



   Su origen, según la antigua y constante tradición, fué haberla conducido una mula que caminaba para Guatemala, la cual tan luego como llegó a Oaxaca, se hizo rehacía, aunque las demás de la recua pasaron adelante, no bastando diligencia alguna de los conductores para hacerla continuar, sino que, por el contrario, se echó en el suelo con la carga que llevaba. Creyendo los arrieros que la mula estaría enferma, le quitaron la carga y la pusieron en otra mula de las más fuertes y vigorosas; pero en el mismo momento se paró también, y ya no se pudo conseguir que diera un solo paso.




   Con esto, la descargaron, y comenzó luego a andar: abrieron el cajón, sacaron la Santísima Imagen, y conociendo que con aquellas demostraciones daba a entender la Virgen que quería quedarse en aquella ciudad, regocijados y agradecidos los oaxaqueños, le hicieron por entonces una ermita, y comenzaron con muchos obsequios a venerarla, y la Santísima Señora a obrar en su favor muchas maravillas.



   Por mucho tiempo se mantuvo la Sagrada Imagen en su ermita, hasta que el Dr. D. Pedro de Otalora y Carbajal, arcediano de la Santa Iglesia Catedral de Oaxaca, erigió el templo en que actualmente se venera, tan magnífico y bello, que puede competir con los mas celebrados de la República mexicana. Se comenzó la fábrica el año de 1682, en virtud de permiso que solicitó el primer capellán de la cofradía de la Soledad, Lic. D. Fernando Mendez, y que le fué otorgado en decreto de 5 de Enero del siguiente año, por el conde de Paredes, marqués de la Laguna, que era entonces virrey de México. Duró ocho años su construcción, pues no se concluyó hasta el de 1690, en que, con asistencia del Cabildo, la consagró solemnemente el lllmo. Sr. Obispo Dr. D. Isidro de Sariñana. El ilustre fundador determinó que se estableciera junto al Santuario, para los mayores cultos de la Señora, un monasterio de religiosas mónicas o agustinas; pero no tuvo el gusto de ver realizado su deseo, pues falleció el año de 1691, pocos meses antes de que llegaran a Oaxaca las fundadoras; y dejó a la Santísima Virgen de la Soledad por heredera de todo su cuantioso caudal.



Es la santa Imagen de talla, y como de dos varas de estatura: la fiesta titular es la de la Expectación de Nuestra Señora en 18 de Diciembre; y este es un día de verdadero regocijo para toda Oaxaca, demostrando todos los habitantes de la manera que pueden, el amor, reverencia y gratitud con que ven a la Santísima Imagen de Nuestra Señora de la Soledad.


   Los favores que les ha dispensado, son muchos: el «Zodiaco Mariano», aunque no especifica ningún prodigio, concluye con estas palabras la historia de esta Soberana Imagen: «Los milagros que ha obrado y obra cada día, son tantos, que ya no se cuentan, y parece que la frecuencia les quita la hermosa apariencia de milagros. En sequedades del tiempo y faltas de agua, sacándola en procesión, se ha visto que en la misma procesión ha llovido con abundancia: no hay enfermedad que no halle remedio, no hay necesidad corporal o espiritual que no tenga seguro alivio. ¡Bendita sea la Gran Señora, que tan amorosa Madre se muestra para con los hombres en las Imágenes en que ellos la veneran!».

 

VIDA DE MARÍA

María, en la Ascensión del Señor.

 



   Hacia cuarenta días que había resucitado el Salvador triunfante, cuando se aparece a su Madre Santísima por la última vez, y le declara que es llegado el tiempo en que debe subir a los cielos a tomar posesión del asiento glorioso que lo aguarda a la diestra del Padre: hace que los apóstoles y una multitud de fieles vayan al monte Olívete, y allí, después de bendecirlos, llenándolos de dones celestiales, en presencia de todos, se elevó por su propia virtud sobre la región del aire, y entró a los cielos, acompañado de los Santos del Antiguo Testamento. María Santísima vio a su Hijo radiante de gloria, experimentando en su corazón los más encontrados afectos: se llenaba de gozo celestial viendo a su Jesús que se dirigía al cielo, triunfante y victorioso, y ella disfrutaba los gozos y las glorias de su Hijo, asi como había padecido sus dolores; pero ya sus ojos corporales no lo habían de ver en la tierra, y esto hacia que su pecho de Madre se entristeciera por la ausencia de su Amado, como la Esposa de los Cantares; sin embargo, sobrepuesta a todo, y sostenida por la santa virtud de la esperanza, que allí brilló en María como jamás, se conformaba omnímodamente con la voluntad de Dios, y solo suspiraba por el anhelado momento en que debería reunirse para siempre con su Jesús en la patria celestial.

 

ESPERANZA DE MARÍA

María, hermosísima flor de Durazno.

(Persica vulgaris)

 



   Seca el invierno la verdura de los campos; mustios y deshojados los árboles, destrozados los rosales, amarillento el suelo, todo inspira nada más melancolía. Pero he aquí que el duraznero comienza a brotar flores de bello color de rosa, y el labrador se alienta luego con la esperanza de la aproximación de la Primavera; así como María se alentaba en la Ascensión del Señor, con la esperanza de la aproximación de su Tránsito Santísimo, que la llevará al cielo para no dejar ya nunca de verlo: he aquí por qué los poetas han escogido esta flor para simbolizar la esperanza, pues lleva consigo, por decirlo así, la llegada de la hermosa Primavera, como llevaba María consigo la idea de la llegada de su Tránsito, verdadera Primavera de una alma justa, y más que de ninguna, de la de María Santísima, que por él debía reunirse para siempre con su adorado Hijo, de quien acababa de separarse.



ORACIÓN


   ¡Oh Santísima y piadosísima Virgen María! por la perfección grande con que practicaste la hermosa y consoladora virtud de la esperanza, en la admirable Ascensión a los cielos de tu Santísimo Hijo Nuestro Señor Jesucristo, te suplicamos que la concedas a nuestras tibias almas, para que, alentados con ella, caminemos firmes, en medio de los ataques del demonio, y lleguemos sin tropiezo al fin de nuestra peligrosa carrera. Siempre has atendido con maternal benignidad, las preces de la dichosa ciudad de Oaxaca, por medio de tu milagrosa Imágen de la Soledad; y no es posible que desprecies las que hoy te dirigimos por conducto de la misma Imagen. Ea, pues, no nos dejes de tu brazo poderoso; llévanos de la mano, para que no caigamos, y para que veamos cumplida nuestra esperanza de acompañarte y bendecirte en el cielo por toda la eternidad. Amén.


ORACIÓN

Que se dirá todos los días antes de la meditación.

 

   Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.

 

   Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.

 

   Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.



MEDITACIÓN

 

1º—Consideremos al Salvador Divino radiante de gloria, subiendo al cielo por su propia virtud; rodeado de los santos del Antiguo Testamento, a quienes abrió las puertas de la gloria, en premio de la fe con que esperaron su santo Advenimiento.

 

2º—Consideremos a la Virgen María en este glorioso paso de su Santísimo Hijo: ¡qué afectos tan encontrados tendría su corazón! ¡cómo se llenaría de inexplicable gozo, al ver a Jesús sublimado á tan alta e incomprensible gloria, vencedor de la muerte y del infierno, con la victoria más completa que nunca se ha obtenido! Pero, por otra parte, ¡cómo se afligiría al considerar que ya no lo había de volver a ver en la tierra!

 

3º—Ponderemos la manera sublime y el grado heroico en que María practicó la virtud de la esperanza, la cual fué su constante sostén durante la ausencia de su Hijo; y pidámosle, en la advocación de su Santísima Imágen de la Soledad de Oaxaca, que nos la conceda para vencer con ella todos los obstáculos que pueden presentársenos en el camino de la virtud, etc.



ORACIÓN

Que se dirá todos los días después de la Meditación.

 

   ¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.

 

—Ave María.



CANTO


 

Jesús dirige sus pasos

Del Olívete a la cumbre,

Donde inmensa muchedumbre

De fieles lo espera ya:

Los Apóstoles vertiendo

Están llanto de ternura,

Y también la Virgen pura

Que entre los fieles está.

Llega Jesús, los exhorta

A la fe y a la esperanza,

Y la eterna bienandanza

Promete al que sea fiel;

Los ilustra y les imparte

Bendiciones y consuelo,

Y se despide hasta el cielo,

Dónde lo hallarán otra vez.

Entonces, viéndolo todos,

Dio completo a su victoria,

Y refulgente de gloria

Por los aires se elevó.

Reverentes, con la vista

Siguen a Jesús, que sube,

Hasta que una blanca nube

Luminosa, lo cubrió.

Y al cenáculo se vuelven

Con los pechos conmovidos.

Para esperar recogidos

Al Espíritu de Dios.

Allí va también María,

La Virgen Santa y hermosa;

Y aunque altamente gloriosa,

Con la gloria del Señor,

En su alma tierna y sensible

Un pesar lleva profundo,

Porque ya nunca en el mundo

Ha de ver a su Jesús;

Pero después lo verá,

De esta vida transitoria,

Por siempre lleno de gloria

En la mansión de la luz.

 

 

PRÁCTICA PARA MAÑANA

 

   Hacer un sufragio por el alma del Purgatorio que cada uno designe.

 

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