Por Lucio Marmolejo.
Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.
Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores
DÍA VEINTE Y CINCO: 25 de mayo.
Visita a la Imagen de NUESTRA SEÑORA DE SAN JUAN DE LOS
LAGOS, que se venera en su Santuario en la villa de este nombre.
Esta portentosa Imagen, una de las más
célebres y veneradas del mundo, y acaso la segunda de la República Mexicana,
recibe los más fervientes cultos de innumerables millares de peregrinos que de todas
partes la visitan, en un espléndido Santuario, en la villa que le da nombre,
perteneciente al Estado de Jalisco.
He aquí su prodigiosa historia: Era el año de 1623, y el pueblo de San Juan de los Lagos
se encontraba en la mayor miseria y decadencia: una choza pajiza le servía de
templo, y a este de sacristía otra muy pequeña; allí, sin culto ni reverencia,
y muy deteriorada por el tiempo, se encontraba una pequeña Imagen de María,
desconocida y olvidada por entonces, pero que luego llenará con su nombre hasta
los últimos confines de la República Mexicana. En ese año, pues, pasaba por el
pueblo un juglar o maromero, que trataba de enseñar a su mujer y a dos hijas
que llevaba consigo, a saltar a largo trecho sobre puntas de espadas y dagas.
Sucedió que una de las hijas al saltar, cayó sobre la punta de una daga,
dándose tan terrible herida, que en el mismo momento quedó muerta: llevaron el
cadáver a la capilla para enterrarla, acompañado de un concurso de gente muy
numeroso: en él iba una piadosa india, llamada Ana Lucía, que Cuidaba y
veneraba mucho la pequeña Imágen de que venimos hablando, y compadecida del
amargo sentimiento de los padres de la difunta, les dijo que se consolasen,
porque la Santísima Virgen le daría la vida a la niña: entró a la sacristía,
sacó la Sagrada Imágen de Nuestra Señora de San Juan, y poniéndola en contacto
con el cadáver, vieron todos, penetrados de admiración, que volvió a la vida y
se levantó completamente sana, la que ya conducían a la sepultura. Preguntaron
entonces a Ana Lucía si sabía alguna cosa especial de aquella Imágen, y
contestó, que siendo su marido sacristán de la capilla, ella iba todos los días
a barrerla muy temprano, y encontraba siempre aquella Imágen en el altar,
puesta sin duda por mano de los ángeles, aunque ella todos los días la volvía a
llevar a la sacristía.
Agradecido
el padre de la niña resucitada, á tan grande beneficio, suplicó que le dejaran
llevar a Guadalajara la Santísima Imágen, para que allí la renovasen; se le
concedió, y en efecto la llevó; mas apenas había llegado a Guadalajara, cuando
tocaron a la puerta dos hermosos jóvenes, y preguntaron si había alguna
escultura que retocar, porque ese era su oficio: les dieron la Santa Imágen, y
al día siguiente muy temprano la llevaron perfectamente bien acabada y hermosa;
pero cuando los buscaron para pagarles, habían desaparecido, y no los pudieron
hallar, por más diligencias que hicieron, con lo cual quedaron todos
persuadidos de que habían sido ángeles del cielo los que habían renovado la
Imágen de su Reina y Señora.
Volvió el juglar a San Juan, y refirió a los indios la
manera admirable con que la Santísima Imágen había sido renovada, y estos la colocaron
inmediatamente en el altar mayor de la capilla, en donde continuó
manifestándose maravillosa en prodigios y milagros, por lo cual se proyectó desde
luego, y se realizó a poco tiempo, la erección de un Santuario más amplio y más
decente; pero fué construido con poca solidez, de suerte que a los seis años se
encontraba amenazando ruina; y entonces se erigió nuevo templo por el Illmo.
Sr. D. Juan Ruiz Colmenero, el cual sirve hoy de Parroquia; pero aumentando
prodigiosamente el número de peregrinos, se hizo indispensable la construcción
de otro templo de mayores dimensiones; y este templo es el actual espléndido
Santuario, cuya primera piedra puso con gran solemnidad el Illmo. Sr. D.
Nicolás Carlos Gómez de Cervantes, el 30 de Noviembre de 1732, y en igual fecha
del año de 1769, quedó concluido sin torres; y colocó la Sacratísima Imagen en
su trono, el Illmo. Sr. D. Diego Rodríguez Rivas. Las esbeltas y preciosas
torres se concluyeron el año de 1790.
Los milagros de la Santísima Imagen aumentaban
sin cesar y a proporción aumentaban la devoción y el culto: en todas épocas se
acercaban peregrinos al Santuario a pedir consuelo a sus necesidades, pero
hacia el 8 de Diciembre llegaban, como llegan todavía, en centenares de
millares; y he aquí el origen de la celebérrima feria de San Juan de los Lagos.
¡Espectáculo
edificante y tierno es el que presenta la villa en la época mencionada! Todos los caminos que conducen a ella se ven
completamente llenos de viajeros, muchos de los cuales van de rodillas desde
algunas leguas antes de llegar a la población, otros en mucho mayor número
desde las puertas de la villa, y todos, casi sin excepción, desde las gradas
del Santuario: constantemente resuenan himnos de bendición; constantemente se
reciben beneficios, y los peregrinos llevan consigo, cuando vuelven de las
romería, cuantos objetos pueden conseguir que hayan servido en el altar y
panecillos de tierra, sellados con la imágen de la Santísima Virgen y tocados a
la Señora: y los conducen en cantidad prodigiosa para Guadalajara, Zacatecas,
Guanajuato, Morelia, México y aun otros puntos mucho más distantes, en donde
son conservados con grande aprecio, y el Señor ha obrado por ellos muchas
maravillas; todo lo cual atestigua ser esta Sacratísima Imágen, según ya lo
indicamos, una de las más veneradas de toda la cristiandad.
Su descripción la copiaremos del «Zodiaco Mariano», que dice así: Es la Santa Imágen hecha de pasta, formada
de la caña del maíz; y se tiene por continuo milagro, que, siendo una materia
tan débil, deleznable y expuesta a la polilla, al cabo de tantos años no ha
padecido lesión. El cuerpo de la estatua es de poco más de una tercia; el
rostro aguileño, los ojos grandes, rasgados, y negros. El color del rostro es
imposible determinar cuál sea, porque unas veces está muy encendido y otras muy
pálido; otras trigueño y aun a veces denegrido, y lo que causa más admiración
es, que, a un mismo tiempo, a unos se muestra pálida, a otros rozagante y
denegrida, y finalmente, a otros, principalmente en los días festivos de su
Santísimo Hijo y en los suyos, en que se celebran los misterios de su vida,
despidiendo del rostro unas luces suaves y apacibles, las cuales hacen que no
se distingan los ojos ni facción alguna».
La fiesta titular de esta Imágen prodigiosa
es la de la Purísima Concepción; y el haberse escogido esta, más bien que
otras, fué por una grande maravilla, pues al estarse deliberando cuál debía ser
la mencionada fiesta titular, se hubo menester rajar un trozo de leña, y en el
corazón del madero se halló con letras legibles y bien formadas este escrito: María Santísima concebida sin pecado original; con
cuya maravilla, viendo que el cielo se declaraba por este misterio, se
determinó que fuese la advocación de esta Imágen, y su fiesta titular la de la
Concepción.
Aun cuando ya nos vamos extendiendo mucho,
relativamente al tamaño de esta obra, no podemos dispensarnos de referir
algunos asombrosos milagros de esta Santísima Imágen, extractados del «Zodiaco Mariano». Faltó una ocasión aceite para la
lámpara del Santuario, y el Vicario dispuso que en la noche se encendiese una
vela, y solo de día ardiese la lámpara, mientras venia de Guadalajara el aceite
que se había mandado traer. Efectivamente, llegada la noche, se encendió la
vela, y se apagó la lámpara; pero al día siguiente se encontró la vela apagada
y entera, la lámpara encendida y el vaso lleno de aceite; y con él hubo,
ardiendo de día y de noche, para seis días que dilató el aceite en venir de
Guadalajara, y aun sobró un poco, que se repartió por reliquia.
Un hombre ciego fué desde México hasta San
Juan, a pedir a la Santísima Virgen el beneficio de la vista, el cual le
concedió la Gran Señora: se volvió muy contento para México; pero estando ya en
Querétaro, no pudo dormir en la noche, pensando que no había pedido a la Virgen
la vista de la manera que debía, pues no había puesto la condición de que le
conviniese para la salvación de su alma; por lo cual se volvió al Santuario, y
prosternado ante la Virgen de San Juan, protestó que si la vista no le con
venia, se sirviese su Majestad quitársela, y en el momento quedó ciego como
antes estaba, mostrándose la Virgen en este milagro aún más misericordiosa que
en el primero.
Don Eugenio Fernández de la Sierra venia de
alcalde mayor a la ciudad de Lagos, y al pasar por San Juan pidió al capellán
del Santuario que le bajase la Santísima Virgen para besarla y adorarla; pero
al verla, dijo para sí con desprecio: «No es esta la Imágen tan hermosa como dicen; yo esperaba
otra cosa mejor;» y en el momento se
halló ciego, permaneciendo así todo el tiempo que tardaron en dar a besar a
otros la Imágen y en volverla a su tabernáculo.
Don Juan de Chaverri, vecino de Guanajuato,
se hizo llevar desde aquella ciudad hasta San Juan por estar completamente
tullido. Entró al Santuario, y ofreció a la gran Señora un rico vestido, y
haciendo impulso para levantarse, se encontró luego del todo sano: dejó en el
Santuario las muletas, y salió lleno de gusto, brincando y golpeando el suelo
fuertemente con los pies.
Navegando una mujer, sobrevino una furiosa
tempestad, y entró una ola en el navío, que arrojó a la mujer al mar con gran
violencia; pero invocando ella a la Santísima Virgen de San Juan, otra ola la
restituyó a la nave con admiración de todos.
Concluiremos ya, advirtiendo, que la
historia y los milagros que acabamos de referir, así como otros innumerables,
que no cabrían en un libro mucho mayor que este, están jurídicamente
autenticados por los Illmos. Sres. Obispos de Guadalajara; y para que se tenga
alguna idea de su número, diremos, que en las informaciones practicadas por el
Illmo. Sr. D. Francisco Verdín de Molina, declaró el capellán del Santuario,
Lic. Don Juan de Contreras Fuerte, que tenía un cuaderno, en que constaban más
de trescientos de los principales milagros de la Virgen, y el Br. D. Nicolás de
Arebálo, capellán también del Santuario, cuando practicó sus informaciones el
Illmo. Sr. D. Juan de Santiago León Garabito, dice en una carta al mismo Sr.
Obispo, estas preciosas palabras: «Lo que puedo certificar y certifico desde luego,
jurándolo in verbo sacerdotis, que más fácil es al parecer contar las estrellas
del cielo, que enumerar los milagros y maravillas que esta Señora ha obrado en
el tiempo que V. S. Illma. me señala». Bendigamos,
pues, a María Señora Nuestra, que tanto ha favorecido esta República por medio
de sus Santas Imágenes.
VIDA DE MARÍA
Se aparece Jesús resucitado a su Santísima Madre.
Dejó, por
fin, la Virgen Santísima de ser la Madre del dolor: encontró, por último, el inefable premio de sus eminentes
virtudes y de su heroica fe: después de tres días de la más angustiosa soledad,
de tres días que fueron millares de siglos para aquel corazón tan tierno como atribulado,
vio a su Santísimo Hijo resucitado, glorioso, inmortal, triunfante de la
muerte y del pecado: el corazón de María se dilató entonces con el gozo más
grande que se ha experimentado en el mundo, con un gozo que solo era comparable
con los tormentos que acababa de padecer, con un gozo digno del Dios que se lo
concedía, y preludio cabal del que le estaba reservado en la bienaventuranza.
GOZO DE MARÍA
Maria, hermosísima flor de Pascua.
(Euphorbia heterophylla)
Esta preciosa
flor, denominada comúnmente paño de Holanda, simboliza muy bien el gozo que
María Santísima tuvo cuando vio resucitado a su Santísimo Hijo; pues en efecto, al ver este bello
arbusto completamente cubierto de frondosas flores, se experimenta un placer
inexplicable. El brillantísimo rojo de esas flores es también un emblema de la
alegría, y nos recuerda el brillo de los ojos y el carmín de las mejillas de la
gozosa María, cuando vio a su Jesús triunfante de la muerte; y por último, la transición
que en el paño de Holanda se verifica cuando entra la Primavera, simboliza perfectamente
la situación de María, después de la resurrección del Salvador, porque mustio y
cubierto de amarillentas hojas durante el Invierno, representa a María en sus
Dolores y en su Soledad; pero cubriéndose después, no de hojas como las demás
plantas, porque entonces sería un símil muy débil, sino solo de flores numerosas,
tan grandes como brillantes, representa el inefable gozo de María, que no fué como
todos los demás que se han experimentado en el mundo, sino
mucho más puro, mucho más intenso, digno, en suma, del Dios que lo otorgaba y
de la Virgen que lo disfrutaba.
ORACIÓN
¡Sacratísima Virgen María, Madre de Dios y
Señora nuestra! hoy recordamos llenos de placer el
singular gozo que tuviste cuando se te apareció resucitado tu Santísimo Hijo, y
nos congratulamos contigo, y te damos los más sinceros parabienes por tan
inefable ventura: por ella, Señora, te suplicamos llenos de humildad y del más
sincero arrepentimiento de nuestros pecados, que nos alcances, de tu Divino
Hijo el goce de las eternas delicias. Un momento no dudamos que obsequiarás
nuestros ruegos, y harás a Dios, con la mayor instancia, tus peticiones en
favor nuestro; y si lo dudáramos, seríamos unos hijos ingratos y
desnaturalizados, pues por medio de tu portentosísima Imagen de San Juan de los
Lagos, te has mostrado tan piadosa y tan benigna para con nosotros, como
ciertamente no lo merecemos: llenos, pues, de confianza en tu
patrocinio, esperamos que nuestra muerte sea tan solo un dichoso tránsito de
esta vida de miserias a la patria celestial, en donde te alabemos y bendigamos
con los ángeles y santos por toda la eternidad. Amén.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días antes de la meditación.
Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.
Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.
Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.
MEDITACIÓN
1º—Meditemos en el asombrosísimo prodigio de la
Resurrección de nuestro Salvador, considerando detenidamente todas sus
circunstancias, y demos gracias a Dios que
quiso dar de ese modo un irrecusable testimonio de la divina misión de Jesucristo.
2º—Ponderemos el gozo de María Santísima cuando vio
resucitado a su Santísimo Hijo Jesús, y la
bondad de Dios que recompensó de una manera tan digna los sufrimientos de la
Virgen, y que recompensará los nuestros con una eternidad de ventura, si los
sabemos sobrellevar.
3º—Demos a la Santísima Virgen muchas y muy
rendidas gracias por el maternal cariño que nos ha dispensado por medio de su
Santísima Imagen de San Juan de los Lagos, y prometámosle
con todas veras portarnos en lo de adelante de tal manera, que no desmerezcamos
su protección, etc.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días después de la Meditación.
¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.
—Ave María.
CANTO
Por fin venció a la muerte,
Por fin venció al pecado,
El Hombre desangrado,
Del Gólgota y Salem:
Lo llevan ya cadáver
A yerta sepultura,
Su vista no fulgura,
No mueve ya sus pies:
Lo envuelven en un blanco
Finísimo sudario;
Y un mármol funerario,
Pesado lo cubrió.
El bárbaro judío
Circunda de soldados
Los restos consagrados
Del Santo Redentor;
Temiendo en su delirio
Que el cuerpo se extrajera,
Y que esto se creyera
De Dios resurrección.
Mas ¡ay! que todo es vano;
Llegó el supremo instante
En que Jesús triunfante
Se alzará vencedor:
Y ante su luz espléndida,
Por tierra los soldados
Se miran doblegados
De susto y de terror.
Porque un estruendo escuchan
Terrífico cual trueno,
Y el rostro ven sereno
Del ángel del Señor;
Que allí no se encontraba
El Hijo de María,
La tumba ya vacía
Mostrándoles está;
En tanto que Jesús
El divino semblante
Muestra a su Madre amante
Resucitado ya.
Y la sagrada Virgen
De gozo se extasía,
Tan grande como un día
Lo fuera su dolor.
Y en plática sabrosa,
Cual de querube canto,
Contempla a su Hijo Santo
Y adora a su Criador.
PRÁCTICA PARA MAÑANA
Rezar el Rosario a María Santísima,
meditando en los cinco misterios gloriosos.
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