sábado, 7 de junio de 2025

MES DE MARÍA MEXICANO o sea LAS FLORES DE MAYO CONSAGRADAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. (1868). DÍA 25.

 



Por Lucio Marmolejo.

Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.

Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores



DÍA VEINTE Y CINCO: 25 de mayo.

 

Visita a la Imagen de NUESTRA SEÑORA DE SAN JUAN DE LOS LAGOS, que se venera en su Santuario en la villa de este nombre.

 


   Esta portentosa Imagen, una de las más célebres y veneradas del mundo, y acaso la segunda de la República Mexicana, recibe los más fervientes cultos de innumerables millares de peregrinos que de todas partes la visitan, en un espléndido Santuario, en la villa que le da nombre, perteneciente al Estado de Jalisco. He aquí su prodigiosa historia: Era el año de 1623, y el pueblo de San Juan de los Lagos se encontraba en la mayor miseria y decadencia: una choza pajiza le servía de templo, y a este de sacristía otra muy pequeña; allí, sin culto ni reverencia, y muy deteriorada por el tiempo, se encontraba una pequeña Imagen de María, desconocida y olvidada por entonces, pero que luego llenará con su nombre hasta los últimos confines de la República Mexicana. En ese año, pues, pasaba por el pueblo un juglar o maromero, que trataba de enseñar a su mujer y a dos hijas que llevaba consigo, a saltar a largo trecho sobre puntas de espadas y dagas. Sucedió que una de las hijas al saltar, cayó sobre la punta de una daga, dándose tan terrible herida, que en el mismo momento quedó muerta: llevaron el cadáver a la capilla para enterrarla, acompañado de un concurso de gente muy numeroso: en él iba una piadosa india, llamada Ana Lucía, que Cuidaba y veneraba mucho la pequeña Imágen de que venimos hablando, y compadecida del amargo sentimiento de los padres de la difunta, les dijo que se consolasen, porque la Santísima Virgen le daría la vida a la niña: entró a la sacristía, sacó la Sagrada Imágen de Nuestra Señora de San Juan, y poniéndola en contacto con el cadáver, vieron todos, penetrados de admiración, que volvió a la vida y se levantó completamente sana, la que ya conducían a la sepultura. Preguntaron entonces a Ana Lucía si sabía alguna cosa especial de aquella Imágen, y contestó, que siendo su marido sacristán de la capilla, ella iba todos los días a barrerla muy temprano, y encontraba siempre aquella Imágen en el altar, puesta sin duda por mano de los ángeles, aunque ella todos los días la volvía a llevar a la sacristía.


   Agradecido el padre de la niña resucitada, á tan grande beneficio, suplicó que le dejaran llevar a Guadalajara la Santísima Imágen, para que allí la renovasen; se le concedió, y en efecto la llevó; mas apenas había llegado a Guadalajara, cuando tocaron a la puerta dos hermosos jóvenes, y preguntaron si había alguna escultura que retocar, porque ese era su oficio: les dieron la Santa Imágen, y al día siguiente muy temprano la llevaron perfectamente bien acabada y hermosa; pero cuando los buscaron para pagarles, habían desaparecido, y no los pudieron hallar, por más diligencias que hicieron, con lo cual quedaron todos persuadidos de que habían sido ángeles del cielo los que habían renovado la Imágen de su Reina y Señora.




   Volvió el juglar a San Juan, y refirió a los indios la manera admirable con que la Santísima Imágen había sido renovada, y estos la colocaron inmediatamente en el altar mayor de la capilla, en donde continuó manifestándose maravillosa en prodigios y milagros, por lo cual se proyectó desde luego, y se realizó a poco tiempo, la erección de un Santuario más amplio y más decente; pero fué construido con poca solidez, de suerte que a los seis años se encontraba amenazando ruina; y entonces se erigió nuevo templo por el Illmo. Sr. D. Juan Ruiz Colmenero, el cual sirve hoy de Parroquia; pero aumentando prodigiosamente el número de peregrinos, se hizo indispensable la construcción de otro templo de mayores dimensiones; y este templo es el actual espléndido Santuario, cuya primera piedra puso con gran solemnidad el Illmo. Sr. D. Nicolás Carlos Gómez de Cervantes, el 30 de Noviembre de 1732, y en igual fecha del año de 1769, quedó concluido sin torres; y colocó la Sacratísima Imagen en su trono, el Illmo. Sr. D. Diego Rodríguez Rivas. Las esbeltas y preciosas torres se concluyeron el año de 1790.

   Los milagros de la Santísima Imagen aumentaban sin cesar y a proporción aumentaban la devoción y el culto: en todas épocas se acercaban peregrinos al Santuario a pedir consuelo a sus necesidades, pero hacia el 8 de Diciembre llegaban, como llegan todavía, en centenares de millares; y he aquí el origen de la celebérrima feria de San Juan de los Lagos. ¡Espectáculo edificante y tierno es el que presenta la villa en la época mencionada! Todos los caminos que conducen a ella se ven completamente llenos de viajeros, muchos de los cuales van de rodillas desde algunas leguas antes de llegar a la población, otros en mucho mayor número desde las puertas de la villa, y todos, casi sin excepción, desde las gradas del Santuario: constantemente resuenan himnos de bendición; constantemente se reciben beneficios, y los peregrinos llevan consigo, cuando vuelven de las romería, cuantos objetos pueden conseguir que hayan servido en el altar y panecillos de tierra, sellados con la imágen de la Santísima Virgen y tocados a la Señora: y los conducen en cantidad prodigiosa para Guadalajara, Zacatecas, Guanajuato, Morelia, México y aun otros puntos mucho más distantes, en donde son conservados con grande aprecio, y el Señor ha obrado por ellos muchas maravillas; todo lo cual atestigua ser esta Sacratísima Imágen, según ya lo indicamos, una de las más veneradas de toda la cristiandad.

   Su descripción la copiaremos del «Zodiaco Mariano», que dice así: Es la Santa Imágen hecha de pasta, formada de la caña del maíz; y se tiene por continuo milagro, que, siendo una materia tan débil, deleznable y expuesta a la polilla, al cabo de tantos años no ha padecido lesión. El cuerpo de la estatua es de poco más de una tercia; el rostro aguileño, los ojos grandes, rasgados, y negros. El color del rostro es imposible determinar cuál sea, porque unas veces está muy encendido y otras muy pálido; otras trigueño y aun a veces denegrido, y lo que causa más admiración es, que, a un mismo tiempo, a unos se muestra pálida, a otros rozagante y denegrida, y finalmente, a otros, principalmente en los días festivos de su Santísimo Hijo y en los suyos, en que se celebran los misterios de su vida, despidiendo del rostro unas luces suaves y apacibles, las cuales hacen que no se distingan los ojos ni facción alguna».



   La fiesta titular de esta Imágen prodigiosa es la de la Purísima Concepción; y el haberse escogido esta, más bien que otras, fué por una grande maravilla, pues al estarse deliberando cuál debía ser la mencionada fiesta titular, se hubo menester rajar un trozo de leña, y en el corazón del madero se halló con letras legibles y bien formadas este escrito: María Santísima concebida sin pecado original; con cuya maravilla, viendo que el cielo se declaraba por este misterio, se determinó que fuese la advocación de esta Imágen, y su fiesta titular la de la Concepción.



   Aun cuando ya nos vamos extendiendo mucho, relativamente al tamaño de esta obra, no podemos dispensarnos de referir algunos asombrosos milagros de esta Santísima Imágen, extractados del «Zodiaco Mariano». Faltó una ocasión aceite para la lámpara del Santuario, y el Vicario dispuso que en la noche se encendiese una vela, y solo de día ardiese la lámpara, mientras venia de Guadalajara el aceite que se había mandado traer. Efectivamente, llegada la noche, se encendió la vela, y se apagó la lámpara; pero al día siguiente se encontró la vela apagada y entera, la lámpara encendida y el vaso lleno de aceite; y con él hubo, ardiendo de día y de noche, para seis días que dilató el aceite en venir de Guadalajara, y aun sobró un poco, que se repartió por reliquia.

   Un hombre ciego fué desde México hasta San Juan, a pedir a la Santísima Virgen el beneficio de la vista, el cual le concedió la Gran Señora: se volvió muy contento para México; pero estando ya en Querétaro, no pudo dormir en la noche, pensando que no había pedido a la Virgen la vista de la manera que debía, pues no había puesto la condición de que le conviniese para la salvación de su alma; por lo cual se volvió al Santuario, y prosternado ante la Virgen de San Juan, protestó que si la vista no le con venia, se sirviese su Majestad quitársela, y en el momento quedó ciego como antes estaba, mostrándose la Virgen en este milagro aún más misericordiosa que en el primero.

   Don Eugenio Fernández de la Sierra venia de alcalde mayor a la ciudad de Lagos, y al pasar por San Juan pidió al capellán del Santuario que le bajase la Santísima Virgen para besarla y adorarla; pero al verla, dijo para sí con desprecio: «No es esta la Imágen tan hermosa como dicen; yo esperaba otra cosa mejor;» y en el momento se halló ciego, permaneciendo así todo el tiempo que tardaron en dar a besar a otros la Imágen y en volverla a su tabernáculo.

   Don Juan de Chaverri, vecino de Guanajuato, se hizo llevar desde aquella ciudad hasta San Juan por estar completamente tullido. Entró al Santuario, y ofreció a la gran Señora un rico vestido, y haciendo impulso para levantarse, se encontró luego del todo sano: dejó en el Santuario las muletas, y salió lleno de gusto, brincando y golpeando el suelo fuertemente con los pies.

   Navegando una mujer, sobrevino una furiosa tempestad, y entró una ola en el navío, que arrojó a la mujer al mar con gran violencia; pero invocando ella a la Santísima Virgen de San Juan, otra ola la restituyó a la nave con admiración de todos.



   Concluiremos ya, advirtiendo, que la historia y los milagros que acabamos de referir, así como otros innumerables, que no cabrían en un libro mucho mayor que este, están jurídicamente autenticados por los Illmos. Sres. Obispos de Guadalajara; y para que se tenga alguna idea de su número, diremos, que en las informaciones practicadas por el Illmo. Sr. D. Francisco Verdín de Molina, declaró el capellán del Santuario, Lic. Don Juan de Contreras Fuerte, que tenía un cuaderno, en que constaban más de trescientos de los principales milagros de la Virgen, y el Br. D. Nicolás de Arebálo, capellán también del Santuario, cuando practicó sus informaciones el Illmo. Sr. D. Juan de Santiago León Garabito, dice en una carta al mismo Sr. Obispo, estas preciosas palabras: «Lo que puedo certificar y certifico desde luego, jurándolo in verbo sacerdotis, que más fácil es al parecer contar las estrellas del cielo, que enumerar los milagros y maravillas que esta Señora ha obrado en el tiempo que V. S. Illma. me señala». Bendigamos, pues, a María Señora Nuestra, que tanto ha favorecido esta República por medio de sus Santas Imágenes.

 

VIDA DE MARÍA


Se aparece Jesús resucitado a su Santísima Madre.



   Dejó, por fin, la Virgen Santísima de ser la Madre del dolor: encontró, por último, el inefable premio de sus eminentes virtudes y de su heroica fe: después de tres días de la más angustiosa soledad, de tres días que fueron millares de siglos para aquel corazón tan tierno como atribulado, vio a su Santísimo Hijo resucitado, glorioso, inmortal, triunfante de la muerte y del pecado: el corazón de María se dilató entonces con el gozo más grande que se ha experimentado en el mundo, con un gozo que solo era comparable con los tormentos que acababa de padecer, con un gozo digno del Dios que se lo concedía, y preludio cabal del que le estaba reservado en la bienaventuranza.

 

GOZO DE MARÍA

Maria, hermosísima flor de Pascua.

(Euphorbia heterophylla)

 


   Esta preciosa flor, denominada comúnmente paño de Holanda, simboliza muy bien el gozo que María Santísima tuvo cuando vio resucitado a su Santísimo Hijo; pues en efecto, al ver este bello arbusto completamente cubierto de frondosas flores, se experimenta un placer inexplicable. El brillantísimo rojo de esas flores es también un emblema de la alegría, y nos recuerda el brillo de los ojos y el carmín de las mejillas de la gozosa María, cuando vio a su Jesús triunfante de la muerte; y por último, la transición que en el paño de Holanda se verifica cuando entra la Primavera, simboliza perfectamente la situación de María, después de la resurrección del Salvador, porque mustio y cubierto de amarillentas hojas durante el Invierno, representa a María en sus Dolores y en su Soledad; pero cubriéndose después, no de hojas como las demás plantas, porque entonces sería un símil muy débil, sino solo de flores numerosas, tan grandes como brillantes, representa el inefable gozo de María, que no fué como todos los demás que se han experimentado en el mundo, sino mucho más puro, mucho más intenso, digno, en suma, del Dios que lo otorgaba y de la Virgen que lo disfrutaba.

 



ORACIÓN

 

   ¡Sacratísima Virgen María, Madre de Dios y Señora nuestra! hoy recordamos llenos de placer el singular gozo que tuviste cuando se te apareció resucitado tu Santísimo Hijo, y nos congratulamos contigo, y te damos los más sinceros parabienes por tan inefable ventura: por ella, Señora, te suplicamos llenos de humildad y del más sincero arrepentimiento de nuestros pecados, que nos alcances, de tu Divino Hijo el goce de las eternas delicias. Un momento no dudamos que obsequiarás nuestros ruegos, y harás a Dios, con la mayor instancia, tus peticiones en favor nuestro; y si lo dudáramos, seríamos unos hijos ingratos y desnaturalizados, pues por medio de tu portentosísima Imagen de San Juan de los Lagos, te has mostrado tan piadosa y tan benigna para con nosotros, como ciertamente no lo merecemos: llenos, pues, de confianza en tu patrocinio, esperamos que nuestra muerte sea tan solo un dichoso tránsito de esta vida de miserias a la patria celestial, en donde te alabemos y bendigamos con los ángeles y santos por toda la eternidad. Amén.

 

ORACIÓN

Que se dirá todos los días antes de la meditación.

 

   Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.

 

   Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.

 

   Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.


MEDITACIÓN

 

1º—Meditemos en el asombrosísimo prodigio de la Resurrección de nuestro Salvador, considerando detenidamente todas sus circunstancias, y demos gracias a Dios que quiso dar de ese modo un irrecusable testimonio de la divina misión de Jesucristo.

 

2º—Ponderemos el gozo de María Santísima cuando vio resucitado a su Santísimo Hijo Jesús, y la bondad de Dios que recompensó de una manera tan digna los sufrimientos de la Virgen, y que recompensará los nuestros con una eternidad de ventura, si los sabemos sobrellevar.

 

3º—Demos a la Santísima Virgen muchas y muy rendidas gracias por el maternal cariño que nos ha dispensado por medio de su Santísima Imagen de San Juan de los Lagos, y prometámosle con todas veras portarnos en lo de adelante de tal manera, que no desmerezcamos su protección, etc.

 

ORACIÓN

Que se dirá todos los días después de la Meditación.

 

   ¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.

 

—Ave María.


CANTO




   Por fin venció a la muerte,

Por fin venció al pecado,

El Hombre desangrado,

Del Gólgota y Salem:

   Lo llevan ya cadáver

A yerta sepultura,

Su vista no fulgura,

No mueve ya sus pies:

   Lo envuelven en un blanco

Finísimo sudario;

Y un mármol funerario,

Pesado lo cubrió.

   El bárbaro judío

Circunda de soldados

Los restos consagrados

Del Santo Redentor;

   Temiendo en su delirio

Que el cuerpo se extrajera,

Y que esto se creyera

De Dios resurrección.

   Mas ¡ay! que todo es vano;

Llegó el supremo instante

En que Jesús triunfante

Se alzará vencedor:

   Y ante su luz espléndida,

Por tierra los soldados

Se miran doblegados

De susto y de terror.

   Porque un estruendo escuchan

Terrífico cual trueno,

Y el rostro ven sereno

Del ángel del Señor;

   Que allí no se encontraba

El Hijo de María,

La tumba ya vacía

Mostrándoles está;

   En tanto que Jesús

El divino semblante

Muestra a su Madre amante

Resucitado ya.

   Y la sagrada Virgen

De gozo se extasía,

Tan grande como un día

Lo fuera su dolor.

   Y en plática sabrosa,

Cual de querube canto,

Contempla a su Hijo Santo

Y adora a su Criador.




PRÁCTICA PARA MAÑANA

 

   Rezar el Rosario a María Santísima, meditando en los cinco misterios gloriosos.


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