Por Lucio Marmolejo.
Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.
Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores
DÍA VEINTE Y CUATRO: 24 de mayo.
Visita a la Imagen de NUESTRA
SEÑORA DE LA SALUD, que se venera en su Santuario en la ciudad de Páztcuaro.
Uno de los muchos títulos de veneración que tiene la prodigiosa Imágen de Nuestra Señora de la Salud, es el deber su origen al Illmo. y Venerable Sr. D. Vasco de Quiroga, primer Obispo de Michoacán, quien la mandó hacer, y la colocó en el Hospital de Páztcuaro, llamado de Santa Marta. Desde luego manifestó el Señor que se proponía dispensar sus favores por medio de esta santa Imágen; y comenzó en efecto a dispensarlos, entre otras muchas personas, al Dr. D. Juan Meléndez Carreño, a quien se apareció Nuestra Señora de la Salud, cuando estaba gravemente enfermo, y lo puso al instante completamente sano. Lleno desde luego este señor del más profundo agradecimiento, tuvo ocasión de manifestarlo poco tiempo después, por haber sido nombrado cura de Páztcuaro, promoviendo con el mayor empeño su devoción y culto.
Es la santa Imágen de talla, como de vara y media de estatura, y está formada de caña de maíz batida y amasada en pasta: de esta misma materia tenia formado Todo el ropaje, lo cual impedía que se le pusieran trajes de tela; pero deseando mucho vestirla de esa manera el ya nombrado Sr. Cura Carreño, determinó el año de 1690, con beneplácito del lllmo. Señor Obispo de Michoacán, recortarlo que fuera necesario para poder colocar a la Santísima Imágen ricos vestidos de preciosas telas. Al efecto la hizo llevar una noche a la sacristía, se reconoció por peritos escultores lo que debía recortarse; y para mayor veneración, se encomendó la ejecución a algunos sacerdotes; pero al tiempo de ir a hacerlo, advirtieron que el rostro de la Santísima Imágen estaba sudando, y se mostraba como muy afligido: desistieron de la empresa por el momento; pero el Cura fué a llamar a algunos respetables sacerdotes de la Compañía, para que presenciaran el prodigio, y deliberaran acerca de lo que se debía hacer. Fué el P. Rector con otro sacerdote, y postrado con todos los presentes ante la Soberana Imágen, le suplicaron que permitiese ejecutar lo que se deseaba, pues era todo con el fin de darle mayor culto: recortaron entonces los sacerdotes todo lo necesario: pero sin tocar el rostro ni las manos, solo quisieron resanar una ceja que estaba ligeramente lastimada; pero no lo permitió la Señora, pues se caía el barniz tan luego como se lo ponían; y entonces descubrieron el hermoso título de esta Imágen, pues hallaron en ella grabadas estas palabras: Salus infirmórum.
Se colocó luego la santa Imágen en un aposento, y en cuatro días que allí estuvo, despedía de sí una fragancia tan viva y tan exquisita, que hasta en la calle se percibía, con lo cual, y con otros muchos prodigios, se conciliaba cada día más y más la devoción y confianza de los paztcuarenses y de todo el Estado de Michoacán; por lo cual determinó el Cura Carreño fabricar un templo a la Sagrada Imágen, el cual se levantó en efecto, con paredes de adobe, porque no permitían otra cosa las limosnas que se habían reunido; pero muy poco después se hizo nueva colecta, a solicitud todavía del tantas veces dicho Cura Carreño, y se levantó el templo actual, que fué solemnemente dedicado el día 8 de Diciembre de 1717; y pocos años antes, siete religiosas del Convento de Santa Catarina de Morelia, habían fundado monasterio en Páztcuaro en el Santuario de Nuestra Señora de la Salud, cuya fundación se procuró la Santísima Virgen por medio de asombrosos milagros, que pueden verse en el «Zodiaco Mariano» y en la vida de la venerable Señora Doña Josefa Gallegos.
Del mismo «Zodiaco
Mariano» tomamos los prodigios siguientes. Cuando el Sr. Cura Carreño
recortó el traje de talla que tenía Nuestra Señora de la Salud, le quitó
también unas cuentas que a manera de gargantilla tenía en el cuello, y las
repartió como preciosa reliquia entre los principales y más piadosos vecinos de
Páztcuaro; pero uno de ellos no las vio con el aprecio que debiera, y
envolviendo en un papel las que le habían dado, las guardó en un escritorio sin
hacer mas caso de ellas: cayó enfermo, y una noche mandó que le sacaran del
escritorio no sé qué cosa, y al abrirlo, reventó el papel en que estaban las
cuentas, y una de ellas saltó por sí misma hasta la cama, y golpeó fuertemente la
cara del enfermo, quien desde luego las tuvo con la mayor veneración, así como
los demás, a cuya noticia llegó el prodigio, que se divulgó en el momento.
Doña Gerónima de la Llama, vecina de Páztcuaro,
estaba enferma de fiebre, tan gravemente, que ya los médicos la habían
desahuciado: ella entonces, llena de confianza en María, que quiso titularse
con el nombre de la Salud, pidió y consiguió que le llevaran a su casa la Santísima
Imagen. Durmió esa noche la enferma tranquilamente, y al día siguiente amaneció
completamente libre de la fiebre, y agradecida a su bienhechora, le ofreció un
rico vestido y manto de muy preciosa tela. Pero lo más singular en este prodigio
fué, que según testificaron muchas personas que se hallaron presentes, mientras
la enferma dormía, la Sacratísima Imagen estuvo sudando copiosamente.
Otros muchos prodigios ha obrado la Santísima
Virgen por medio de esta su Sagrada Imagen, los cuales dejamos para evitar prolijidad:
solo diremos, para concluir, que Páztcuaro, reconocida,
la juró su patrona contra todo contagio y epidemia, y que la Santísima Señora
ha extendido su bondad hasta comunicar el don de los milagros a una pequeña
copia de su Imágen de la Salud, que llaman la Peregrina, y con la cual recorren
diversas poblaciones, colectando limosnas para el Santuario: cuyos prodigios
han presenciado, Morelia, Colima, Apatzingan, Pintzándaro, y aun otros puntos más
remotos, en todos los cuales es venerada la Santísima Señora de la Salud.
VIDA DE MARÍA
María, deja en el sepulcro el cuerpo de Jesús.
José de Arimatea,
hombre rico de la Judea, y discípulo de Jesús, obtuvo de Pilatos permiso para
sepultar el sagrado cadáver del Redentor: lo baja en efecto de la cruz, y lo deposita en los brazos
de María. Aquella Madre, más
tierna y amorosa que todas las madres del mundo, siente en su bendita alma
dolores más agudos que mil muertes; pero, no obstante, con invicta y heroica
constancia, forma parte del acompañamiento que conduce a Jesús a la tumba, y
allí lo deposita, dejando debajo de la losa funeraria su corazón entero con el
ensangrentado cuerpo de su divino Hijo; y vuelve a su morada en la más triste y
angustiosa soledad en que se ha encontrado jamás un mortal: nunca, dice un
escritor, la orfandad más desamparada estuvo tan distante de la alegría; nunca
la viudedad más triste tuvo tan reñida oposición con el gozo; nunca el abandono
más completo estuvo sujeto a tan melancólicos pensamientos, porque no ha habido
Madre más amante separada de un Hijo más amable, pues amando
María a Jesús con un amor casi infinito, fué también casi infinito el dolor que
le causó su separación.
SOLEDAD DE MARÍA
María, hermosa Caléndula.
(Caléndula officinalis)
Esta
planta, llamada vulgarmente, mercadela, nos suministra hoy un emblema de la
soledad angustiosa de María: crece la caléndula aislada en el fondo de
los bosques, como estaba María en el fondo de su retrete solitario: exhala,
restregándola, un olor ingrato y penetrante, que representa bien el agudo dolor
del corazón Santísimo de María: en su prolongado cáliz recoge abundante rocío,
que durante el día presenta siempre al sol, como los ojos de María presentaban
sus lágrimas a su difunto Jesús: la caléndula se cierra cuando el sol se pone,
y se abre cuando sale, como el corazón de María, que estaba cerrado a la
alegría por la ausencia de su Hijo; y por último, la
propiedad de la caléndula de lanzar en la noche centellas luminosas que la
denuncian, a pesar de la soledad que la rodea, representa también la situación
de María en su soledad, porque no obstante el luto que la cubría y la aflicción
que se pintaba en su rostro, las centellas de sus virtudes la denunciaban como
Madre de Dios.
ORACIÓN
¡Afligidísima Virgen María, mi Señora, que después
de haber depositado en el sepulcro el sacratísimo cadáver de tu amabilísimo
Hijo mi Señor Jesucristo, volviste a tu morada en la más terrible soledad y en
el más completo abandono! nosotros te rogamos con la mayor humildad, y
penetrados del más sincero arrepentimiento de nuestros pecados, que presentes ante
el acatamiento divino esa soledad y ese desamparo en que te hallaste, para que no permita el Señor
que nos hallemos desamparados y solos a la hora de nuestra muerte, sino que,
por el contrario, tenga su Divina Majestad la dignación de permitir que tú nos
asistas y acompañes, y que seas nuestra abogada cuando comparezcamos ante el
Supremo Juez, para que absueltos allí de nuestras culpas, te bendigamos, y hagamos
compañía por toda la eternidad. Amén.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días antes de la meditación.
Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.
Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.
Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.
MEDITACIÓN
1º—Consideremos los terribles dolores que sufrió
María Santísima, después de haber muerto su Santísimo Hijo, al ver al soldado que le atravesó su sacratísimo costado,
y al recibir en los brazos su difunto cuerpo.
2º—Recordemos todos los pesares que hayamos tenido
en la vida, dimanados de la separación de un hermano, de una esposa, de un amigo,
de la pérdida de un hijo, de ver conducir al sepulcro los restos de una madre
tierna y adorada; haciéndonos luego cargo de
que todo esto y mucho más aun, es solo un levísimo bosquejo de los
padecimientos de María en su Santísima Soledad: ¿qué seria, pues, lo que María sufrió?
3º—Pidamos a María Santísima Señora Nuestra, por
medio de su Santísima Imagen de la Salud, que
nos vea siempre con ojos de misericordia, como lo ha hecho con la venturosa ciudad
de Páztcuaro, dando salud a nuestra alma en desempeño de ese consolador y
hermoso título con qué ha querido advocarse, etc.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días después de la Meditación.
¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.
—Ave María.
CANTO
Esta la Virgen sola y sin
consuelo,
Traspasada con mísero quebranto,
Derramando copioso y triste llanto,
Tan amargo cual nunca se vertió.
Porque está sin la vida de su
vida,
Porque está sin el alma de su alma,
Porque de mártir con la invicta palma
Ya su Jesús al túmulo bajó.
¿Cómo al cubrir el cuerpo
sacrosanto
Con la pesada losa
funeraria,
Cómo al verte en el mundo
solitaria,
Cual roto barco en
turbulenta mar,
No saltó luego de tu pecho amante
Pedazos hecho el corazón
al suelo,
Ni sucumbiste al
angustioso duelo
De tu amarga y terrible
soledad?
Con caracteres vivos é indelebles
Todo grabado tienes en tu mente,
Y contemplas también distintamente
Cuanto Jesús acaba de sufrir.
Lo ves andando con la Cruz al
hombro.,
Y luego en ella sangre derramando,
Bebiendo hiel, y al último espirando,
Y oyes la risa del soldado vil.
Pero al pasar tu mano por la
frente,
Un velo se descorre de tus ojos,
Y circundada de ásperos abrojos,
Sola, sola te ves sin tu Jesús.
Mas ya a cambiar en celestial
contento
Tu soledad y tu dolor prolijo,
Vencedor de la muerte vendrá tu Hijo
Lleno de gloria y de radiante luz.
PRÁCTICA PARA MAÑANA
Reza siete veces la Salve Regina, en memoria
de los siete dolores de María Santísima.
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