Por
José Javier Echave Sustaeta • 1 febrero, 2017.
“Convertíos, pues el Reino de los Cielos está muy
próximo”, predicaba Juan el Bautista para preparar los caminos del
Señor y anunciar al pueblo su salvación. Es el mensaje que reitera la Virgen
María en Fátima para preparar el advenimiento del Reino del Corazón de su Hijo
Jesús, cuya aurora es el conocimiento y veneración del Corazón de su Inmaculada Madre.
Nuestros tiempos son de especial
misericordia que Dios concede por medio de la Virgen María, como significaba el
papa Francisco en la convocatoria del reciente jubileo extraordinario: «Nadie como
María entró en el santuario de la misericordia divina, porque participó
íntimamente en el misterio de su amor» (SA 24). Concluido éste el pasado 20 de noviembre de 2016, una
semana después el papa Francisco concedía al santuario de Fátima un año jubilar
para celebrar el centenario de las apariciones de Nuestra Señora venerándola
como Mater Misericordiae.
El 13
de junio de 1917, en su segunda aparición de Fátima, Nuestra Señora, mostrando
su Corazón, dijo a tres niños estas palabras, desgraciadamente no valoradas
durante un siglo: «Jesús quiere instaurar en el mundo la devoción a mi
Inmaculado Corazón». Es la voluntad expresa de Dios, brotada de su infinita
misericordia.
«Nos consagramos para
siempre a tu Corazón Inmaculado, oh Madre nuestra y Reina del mundo, para que
tu amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de Dios.» (Pío XII, 8 de diciembre 1942).
Parecen
escritas para hoy las palabras que Pío XII pronunció hace 75 años, el 8 de
diciembre de 1942 al consagrar el mundo al Inmaculado Corazón de María: «Nos confiamos y nos consagramos a ti, a tu Corazón Inmaculado, en
esta hora trágica de la historia humana, … y así como al Corazón de tu Jesús
fueron consagrados la Iglesia y todo el género humano con el fin de que,
depositada en Él toda su confianza, les fuese señal y prenda de victoria y
salvación, así también nos consagramos para siempre a tu Corazón Inmaculado, oh
Madre nuestra y Reina del mundo, para que tu amor y patrocinio aceleren el
triunfo del Reino de Dios.»
El
decreto de la Congregación de Ritos de 4 de mayo de 1944, que extendió a toda
la Iglesia el oficio y la misa de su fiesta precisaba el objeto de la devoción
al Inmaculado Corazón de María: «Con este culto tributa
la Iglesia el honor debido al Corazón Inmaculado de la Bienaventurada Virgen
María, ya que, bajo el símbolo de este Corazón se venera devotísimamente la
eximia y singular santidad del alma de la Madre de Dios; pero más aún su amor
ardentísimo a Dios y a su Hijo Jesús, y su piedad maternal hacia los hombres
redimidos por la sangre divina.»
La
advocación de «Inmaculado Corazón de María» con la que la Virgen quiere ser venerada en
Fátima en nuestros tiempos expresa no sólo su plenitud de gracia, criatura la
más excelsa por ser Madre de Dios, que, como escribe el santo de Aquino «se roza con los confines mismos de la divinidad»,
sino que incluye además el dogma de su
Asunción en cuerpo y alma a los Cielos, ya que el Corazón que veneramos no es
un corazón metafórico e imaginario, ni un corazón que dejó de latir hace veinte
siglos, sino un corazón real, vivo, que palpita actualmente de amor por
nosotros en su glorioso cuerpo asunto en el Cielo junto con su Hijo Jesús.
Por qué consagrarse especialmente al Corazón
Inmaculado de María
Cabría
preguntarse: ¿Por qué venerar al Corazón Inmaculado de María y no directamente a la
Santísima Virgen? Explica santo Tomás que el honor y culto que se da
a un órgano del cuerpo se refiere a la persona (S. Th. 3ª q. 5 a.1), por lo que al venerar al Corazón de María honramos a la
misma Virgen. Y podemos seguir preguntándonos: si veneramos a la Virgen María ¿por qué dirigirnos especialmente a su Corazón?
La razón podemos verla en la analogía entre
el Corazón de María y el Corazón de Jesús, siendo útil para ello la distinción
que en la devoción al Corazón de Jesús hacen los teólogos del doble significado
o simbolismo del concepto de «corazón» en el
lenguaje de la Escritura y en el de todos los pueblos, diciendo que la palabra
es tanto la expresión o síntesis de la persona moral, como, a su vez, el
símbolo natural y vivo del amor, por lo que invocar a María por su Corazón es
acudir a ella especialmente como a Madre tierna y amorosa.
Aceptado que podemos dirigirnos amorosamente al Corazón
de María, cabe seguir preguntando ¿por qué calificar a su Corazón de Inmaculado? Podríamos decir que el Corazón de María es Inmaculado porque
toda ella es Inmaculada, pero surge entonces la pregunta ¿por qué María es Inmaculada? Responden los teólogos que la prerrogativa de ser María
Inmaculada va íntimamente ligada con su maternidad divina, como dice san Maximiliano Kolbe: «si María fue Inmaculada es porque tenía que llegar a ser Madre
de Dios: por eso fue Inmaculada». Al fin la pregunta clave: ¿Quién es la Inmaculada?
¿Y qué es Inmaculada
Concepción?
La palabra «concepción» nos dice que no es eterna, sino que tiene su principio. La palabra «Inmaculada» significa que desde el principio de
su existencia no hubo en ella nada que estuviese en contra de la voluntad de
Dios. La Inmaculada es, pues, la criatura más
perfecta, la más divinizada, la más divina. Era inmaculada, porque iba a ser
Madre de Dios. Fue Madre de Dios, porque era inmaculada.
La
expresión «Madre
de Dios», se compone de dos conceptos: «Madre» y «de Dios». Por eso
para entender quién es ella hay que comprender lo que es Dios, y eso es
imposible para nuestra limitada razón. No podemos abarcar con la mente humana
quien es Dios. Tampoco estamos en condiciones de asimilar la dignidad de la
Madre de Dios. Podemos entender el título de «siervo de Dios», pero mucho más difícil nos es comprender «hijo de Dios». La noción «Madre de Dios» rebasa
ya totalmente nuestra capacidad de entendimiento.
A la
pregunta de ¿Quién es la Inmaculada?, nuestra lengua carece de medios para
responder. Nuestras nociones no están adaptadas a ello. Pero si tenemos en
cuenta todos los títulos que le ha concedido la humanidad, lo que ella misma
dijo de sí y la dignidad de ser la Madre de Dios, podemos hacemos una vaga idea
de quién es la Inmaculada. «El conocimiento de la
Inmaculada solamente lo podemos conseguir con ayuda de la oración. Cuanto más
pura sea el alma, cuanto más se cuide de no caer, cuanto más humildad haya en
ella y más espíritu de penitencia, mejor conocerá el alma a la Inmaculada.» (La ciudad de la Inmaculada, miércoles
26.VI.1939. Apuntes del hermano Emil Banaszek.)
¿Es la devoción al
Corazón Inmaculado de María devoción moderna?
La devoción al Corazón Inmaculado de María, que Nuestra
Señora como mensajera de la voluntad de su Hijo pedirá a la Iglesia
explícitamente en Fátima el 13 de junio de 1917: «Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón
Inmaculado» no es una devoción reciente, pues la Providencia la había ido
dando a conocer privadamente a místicas y santos medievales, y la devoción
pública comenzará en el siglo
XVII con san Juan Eudes, quien escribe: «El Corazón de María es la fuente y el principio de todas las
grandezas, excelencias y prerrogativas que la adornan. Hija primogénita del
Padre, madre del Hijo, esposa del Espíritu Santo y templo de la Santísima
Trinidad… este santísimo Corazón es la fuente de todas las gracias que
acompañan a estas cualidades».
El gran maestro de la moderna devoción mariana, san
Luis María Grignion de Montfort enseñándonos la
consagración a María en la santa esclavitud, exclamaba «María, me arrojo en vuestro Corazón abrasado de amor, divino
molde en el que quiero formarme, y en él me escondo y me pierdo para rogar,
obrar, sufrir siempre por Vos, con Vos y para Vos, a la mayor gloria de vuestro
divino Hijo Jesús» .Y en la Consagración de sí mismo a Jesucristo, Sabiduría
encarnada, por manos de María, escribe: «¡Oh, Corazón Inmaculado de María!, tabernáculo viviente de la
Divinidad, en donde la Sabiduría eterna escondida quiere ser adorada por los
ángeles y los hombres.»
Un
siglo después (18 de agosto de 1807) durante
la Revolución francesa, el papa Pío VII enseñaba «El Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra, es el Corazón
amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad, y digno de
toda la veneración y ternura de ángeles y hombres. El Corazón más semejante al
de Jesús, cuya imagen más perfecta es María, Corazón lleno de bondad y en gran
manera compasivo de nuestras miserias.»
San
Antonio María Claret, en sus Escritos espirituales dice «María fue preservada del pecado original por haber sido ella la
destinada para Madre del mismo Dios. Para esto, Dios la dotó de un Corazón
Inmaculado, purísimo, castísimo, humildísimo, mansísimo, santísimo, pues que de
la sangre salida de este Corazón se había de formar el cuerpo del Dios
humanado». Pero
la eclosión de su devoción arrancará en el siglo XX con las apariciones de
Nuestra Señora en Fátima y culmina con dos santos singulares: san Maximiliano
Kolbe, que murió sin conocer los hechos de Fátima, y su discípulo san Juan
Pablo II que vivió en su persona sucesos singulares.
Temas: Apariciones
de la Virgen María- Inmaculada Concepción- Inmaculado Corazón de María- San
Luis María Grignion de Montfort- San Maximiliano María Kolbe- Virgen de Fátima.
REVISTA CATOLICIDAD. 2017.
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