viernes, 6 de diciembre de 2019

NOVENA EN HONRA DÉ LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA. DÍA SÉPTIMO.


—COMENZAMOS: 29 de diciembre.

 

 

—FINALIZAMOS: 7 de diciembre.


 

—8 DE DICIEMBRE: Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María).

 





DÍA SÉPTIMO (5 de diciembre)






—Por la señal de la santa cruz, etc.





ACTO DE CONTRICIÓN




   Señor mío, Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, bondad infinita; pésame también porque merecí las terribles penas del Purgatorio y ¡ay! tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia. ¡Oh! tenga yo, Jesús mío, la dicha de confesarme bien, enmendar la vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por esas benditas Ánimas, por vuestra Sangre preciosísima y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.




— Puntos de Meditación para el séptimo día:



1—Desde el primer instante de su Concepción María Casa de Dios, no solo no pudo ser tocada del mas ligero vicio: pero ni acometida de alguno fue jamás. Dios desde entonces en María aquel Fuego domestico del fomes (aburrido, no interesante), incentivo ordinario de la culpa. Cerró con esto todos los pasos quito todos los movimientos a los vicios.




2—Este Fuego es origen de aquellas llamas, en que se ven arder, y perecer ordinariamente los Pecadores. Estas llamas han confundido más de una vez Cedros elevadísimos de Santidad.




3—Dolor frecuente de las culpas; confesión ordinaria de ellas, continua mortificación de las pasiones: son Aguas poderosas para mitigar estas llamas, ¡Hay y de ti! Si estas aguas te faltan. ¡hay! ¡Y mil veces hay de ti! Que, en vez de usar de ellas, hechas leña a este fuego voraz con tantas manos, cuantos son los incentivos, que añades a tus vicios, y lo avivas con tantos soplos, cuantas son las veces, que les das puerta franca a tus sentidos.









ORACIÓN.



   Oh Dios mío, abismo inagotable de piedades, que a diluvios de gracia apagaste totalmente en María Casa tuya desde el primer instante de su Concepción aquel Fuego domestico del Fomes, incentivo ordinario de la culpa; yo te alabo, y doy infinitas gracias por ello, y deseo, que las criaturas todas hagan lo mismo, y te suplico me concedas gracia para dolerme de mis culpas frecuentemente, confesarme a menudo, y mortificar continuamente mis pasiones para que, mitigando así, con estas celestiales Aguas el fuego de la concupiscencia en esta vida, me libre de padecer incendios infernales en la otra. Amén. 





—Aquí rezar tres Ave Marías y añadir al fin de cada una: Gloria Patri y esta breve salutación:




   Ave María Madre de Dios Santísima sin pecado Concebida.





ORACIÓN



Que se ha de decir todos los nueve días.



   Oh Purísima Virgen María, que, habiéndote fabricado para Casa tuya, y poniéndote como tal desde el principio el verdadero Señor de la vida; no pudiste, ni por un instante, ser poseída del Autor alevoso de la Muerte; que habiendo sido en tu Concepción plantada, para crecer en Árbol Celestial, cuyo fruto fuese el Autor mismo de la Gracia; no pudiste jamás tener embebido en la raíz el infernal humor de la culpa: que habiendo sido concebida, para nobilísima Reina del Cielo; no pudiste ser, ni por un instante, Esclava infame del Infierno: que habiendo sido finalmente concebida, para ser ilustre Madre de aquel, que es esclarecido Padre de las luces; no pudiste ser, ni por un instante, hija vilísimo del Príncipe de las tinieblas; yo me gozo sumamente de todas tus prerrogativas, y especialmente de tu Pureza Original, y deseo que Cielo y Tierra; incesantemente se rcgosígen y te suplico, me alcances, de él que te hizo tan Pura, especial gracia; para imitarte en la Pureza de la vida; y que no haya en mi Alma mancha alguna a la hora de mi muerte, que le estorbe pasar luego a admirar, y alabar para siempre tu Limpieza en aquellos purísimos Alcázares de la Gloría: donde no entra cosa manchada. Amén.




—Aquí puede añadirse la petición de lo que cada uno desea conseguir en esta Novena.






Fray Manuel José Murillo,
Religioso de la Orden de San Agustín.



                               

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