miércoles, 13 de octubre de 2021

MES DE OCTUBRE CONSAGRADO A MARÍA A TRAVÉS DEL SANTO ROSARIO. DÍA 13.


 


—Hecha la señal de la cruz, y rezado con arrepentimiento el Acto de Contrición, se empezará con la siguiente…

 

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS



   Reina del santísimo Rosario, dulcísima Madre de nuestras almas: aquí tenéis a vuestros hijos que, confusos y arrepentidos de sus miserias, fatigados por las tribulaciones de la vida, y confiando en vuestra maternal protección, vienen a postrarse ante vuestro altar en este mes consagrado a honraros por el supremo Jerarca de la Iglesia.

 

 

   ¡Oh Madre amorosísima! Nosotros queremos obsequiaros dedicándoos estos breves momentos con toda la efusión de nuestras almas. Acogednos bajo las alas de vuestro maternal amparo, cubridnos con vuestro manto y atraednos bondadosa a vuestro purísimo Corazón, depósito de celestiales gracias.

 

 

   Dejaos rodear de vuestros hijos, que están pendientes de vuestros labros. Hablad, Madre querida, para que oyéndoos sumisos y poniendo en práctica las santas inspiraciones que cual maternales consejos os dignéis concedernos durante este bendito mes, logremos la dicha de vivir cumpliendo con perfección la santísima voluntad de vuestro Divino Hijo, creciendo en todo momento su amor en nuestros corazones, para que logremos la dicha de alabarle con Vos eternamente en la Gloria. Amén.

 




DIA DÉCIMO TECERO —13 de octubre.

 

Primera consideración sobre el primer Misterio doloroso.

 

De la oración.

 

 

   Profundo, consolador y altamente instructivo es el Misterio de la Oración del Huerto que hoy vamos a considerar, en el que nuestro divino Maestro se nos presenta como modelo, preparándose a los tormentos y a la muerte por medio de la oración. Pero observemos cómo para orar se retira del bullicio de la ciudad, y elige la soledad del campo y el silencio de la noche, entregándose así de lleno a la más ferviente oración. Este hermoso ejemplo debemos imitar los que de discípulos suyos nos preciamos, buscando en la oración luz y fuerza para todas las dificultades de la vida, practicándola también, en cuanto nos sea posible, en soledad y silencio exteriores, y siempre interiores, es decir, procurando olvidar durante ella, todo asunto extraño a la oración.

 

   Creen algunos que sólo deben de orar los religiosos y las personas que aspiran a llevar una vida piadosa; pero la oración es indispensable a todo aquel que desea seriamente la salvación de su alma, ya que ella es arma poderosa para triunfar de nuestros enemigos. Lástima, pues, que tantas almas desconozcan los preciosos tesoros de celestiales gracias encerrados en la oración, que es cual suave perfume del cielo que recrea el alma y cual bienhechor rocío que hace fructificar en ella las virtudes. En efecto; esos momentos más o menos largos, en los que el alma reposa a los pies del Señor, son los que la dan fuerza para luchar, durante el día, con las dificultades interiores y exteriores, con las que enemigos visibles e invisibles, tratan constantemente de entorpecer su marcha hacia Dios; y verdaderamente que en esos instantes en los que se está, por decirlo así, fuera del mundo, es en los que parece quiere el Señor conceder las fuerzas necesarias para vivir en el mismo mundo según su ley y según su amor. Alma sin oración, es cual navegante sin rumbo, que no sabe a dónde se dirige; y podríamos decir que es el tiempo de la oración semejante a aquel en que el buen servidor recibe las órdenes de su señor, o en el que el hijo sumiso recibe el cariñoso saludo y bendición de su amoroso padre.

 




   «La oración, ha dicho un sabio Prelado de santa memoria (el Sr. Izquierdo), ordena los deseos y ennoblece las aspiraciones del hombre, ella es el consejero en nuestras dudas, la luz a cuyos resplandores el entendimiento descubre a Dios; la centella que prende en nuestros pechos la llama del amor divino. Por ella establecemos nuestras relaciones con Jesucristo, le consultamos y nos ilustra, le conocemos y nos conocemos, en lo cual consiste la verdadera ciencia; le presentamos nuestras necesidades y nuestras miserias, y las socorre y las cura. Ella, en fin, rectifica nuestras ideas, arregla y dirige nuestro proceder, y hace que no pensemos, ni sintamos, ni obremos por nosotros mismos, sino que Dios ejecute todo en nosotros. Por eso se ha dicho: «Dichoso aquel a quien el Señor enseña;» por eso Dios ha prometido al alma que le invoca, guiarla a la soledad y allí hablar a su corazón.»

 

   Sobre la necesidad de la oración, y el modo de practicarla, hay libros divinamente inspirados, como son el Tratado sobre la oración, de Santa Catalina de Sena, las obras de Santa Teresa y otros; y en cuanto a su aplicación práctica a nuestras almas, debemos guiarnos sin reserva por nuestro director espiritual, una vez que hayamos hecho elección acertada, lo cual es de suma importancia, pues buen guía será el que conoce por propia experiencia el camino por el que ha de conducirnos; y más fácil y seguramente adelantaremos en el ejercicio de la oración, a medida que sea más práctico en él, y, por lo tanto, esté más cerca de Dios, el director a quien confiemos nuestra alma.

 

   ¡Dichosos nosotros si llegamos a practicar convenientemente la oración! Poco tendremos que temer entonces de nuestros enemigos, y nos enriqueceremos de preciosas gracias; que, así como los que descienden a los mares en busca de tesoros no perecen en ellos por el aparato colocado al efecto para hacerles respirar el aire de la tierra, y mucho asombro causaría verlos salir ilesos, al que este secretó no conociera; así pudiera asombrar ver al alma sumergida en este amargo y peligroso mar del mundo sin perecer, y recogiendo en él magníficos tesoros de virtudes, al que no supiera que la oración es el conducto que la salva, haciéndola respirar aire del cielo. Recordemos, pues, que conviene siempre orar y nunca desfallecer, y oremos continuamente; en nuestras penas, implorando el socorro de lo alto, en acción de gracias por los prósperos sucesos, y en todo tiempo y circunstancia; que vida de oración es vida de luz, de consuelo y de virtud, y atajo seguro para el Cielo.

 

 


 

EJEMPLO

 

 

   El célebre Cluck poseía una hermosa voz; y siendo muy niño, aunque cantaba ya en una de las principales iglesias de Viena. Un día, al salir de la iglesia, le vino al encuentro un religioso de edad provecta; y después de felicitarle le dijo: «Toma este Rosario, hijo mío, y promete a la Santísima Virgen que en su honor lo rezarás cada día. Ella te protegerá y alcanzará virtud para que glorifiques a su divino Hijo con el valioso talento que en la voz te ha dado. Adiós, acuérdate siempre del pobre Fr. Anselmo.» Dicho esto, le bendijo y desapareció. Con una inclinación de cabeza muy significativa, había respondido Cluck al aparecido; y permaneció toda la vida fiel a su promesa, y fiel con Cluck se mostró también la Virgen Santísima del Rosario. Veamos cómo se verificó esta mutua fidelidad.

 

   Para perfeccionar sus estudios, Cluck determinó irse a Roma. ¿Pero quién le proporcionaría los recursos necesarios para tan largo viaje, sí sus padres vivían en la escasez? ¿Quién? El Santo Rosario. Fr. Anselmo le había prometido la asistencia de la Virgen, si le rezaba con asiduidad. Rezó pues, el Rosario no ya una vez cada día como antes, sino con más frecuencia y más fervor. No había pasado mucho tiempo, cuando el Maestro de Capilla de la Basílica, encargado de coleccionar en Roma las obras del célebre Palestrina, solicitaba, de parte del Arzobispo, que sus padres permitiesen a Cluck acompañarle en calidad de secretario.

 

   En Roma fué considerado Cluck como un prodigio del arte, y en consecuencia, invitado a desempeñar los más brillantes puestos de su profesión. Y si el Rosario le sirvió de talismán para el logro de sus aspiraciones, luego le servía de tema celestial para sus inspiraciones y de expresión la más adecuada para manifestar a la Santísima Virgen su gratitud. ¿Recordaba Cluck el insigne favor de su amada Madre? Pues rezaba el Rosario. ¿Necesitaba tomar alguna resolución importante? Rezaba también el Rosario. ¿Padecía alguna aflicción o gozaba alguna prosperidad? Rezaba siempre el Rosario. En sus Misterios buscaba las inspiraciones para sus obras, meditando, ya unos, ya otros, según el carácter de la composición. Más tarde, fué llamado a la corte de Versalles por los reyes, que le hicieron su Maestro de Capilla y le colmaron de honores, y todo lo atribuía al mágico poder de su breviario de músico. En fin, fiel a su promesa, jamás se acostó sin rezar el Rosario que le encargó Fr. Anselmo, hasta que lleno de méritos y glorias, llegó al fin de su carrera y cortó la muerte el hilo de su vida. Cierto consuelo misterioso que se experimentaba junto a su lecho de muerte, indicaba la presencia de la amabilísima Reina del cielo, que sin duda venía a recibirle y a darle la última y mayor prueba de correspondencia a su fidelidad en rezar el Santo Rosario. (Revista del Rosario.)

 




 

SANTOS Y REYES DEVOTOS DEL ROSARIO

 

 



San Alfonso Rodríguez consideraba como su principal ejercicio de devoción el rezo del Santo Rosario. (Revista del Rosario.)

 



 

El emperador Maximiliano de Alemania no le avergonzaba de alistarse bajo la bandera del Rosario, perteneciendo a su Cofradía. (P. Busscher)

 

 


ELOGIOS PONTIFICIOS DEL ROSARIO

 

 



Cuantas más veces y con más fervor se digan las preces del Rosario, tanto más seguro será el patrocinio de la Virgen en favor del pueblo cristiano. (Pío IX.)

 




OBSEQUIO

 

 

   El obsequio a la Santísima Virgen para este día, y lo mismo para todos los del mes será redoblar en cada uno de ellos el fervor en la recitación del Santo Rosario, y la atención en la meditación de sus misterios. También se podrá ofrecer a la Santísima Virgen como obsequio, los actos de piedad que inspire a cada uno su devoción.

 

 

 

SÚPLICAS Á LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA TODOS LOS DÍAS DEL MES.

 

 

   Os saludamos, Virgen Santísima, Hija de Dios Padre, bendiciendo a Dios, que os preservó de toda mancha en vuestra Inmaculada Concepción. Por tan excelsa prerrogativa os rogamos nos concedáis pureza de alma y cuerpo, y que nuestras conciencias estén siempre libres, no sólo del pecado mortal, sino también de toda voluntaria falta é imperfección. (Avemaría).

 

 

   Os saludamos, Virgen Santísima, Madre de Dios Hijo, bendiciendo a Dios, que os concedió el privilegio de unir la virginidad a la maternidad divina. Por tan singular beneficio os rogamos que nos concedáis la gracia de vivir cumpliendo nuestras respectivas obligaciones, sin apartarnos nunca de la presencia de Dios, dirigiendo a su gloria y ofreciendo, por su amor hasta nuestro más leve movimiento, santificando, así todas nuestras obras. (Avemaría).

 

 

   Os saludamos, Virgen santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo, bendiciendo a Dios por la gracia que os concedió en vuestra Asunción, glorificándoos en alma y cuerpo. Por tan portentosa gracia os rogamos nos alcancéis la de una muerte preciosa a los ojos del Señor y que nos consoléis bondadosa en aquellos supremos momentos, para que, confiados en vuestro poderoso auxilio, resistamos a los combates del enemigo y muramos dulcemente reclinados en vuestros amantes brazos. (Avemaría).

 

 

ORACIÓN FINAL

 

 

   ¡Oh Virgen Santísima del Rosario, Madre de Dios, Reina del cielo, consuelo del mundo y terror del infierno! ¡Oh encanto suavísimo de nuestras almas, refugio en nuestras necesidades, consuelo en nuestras penas, desalientos y pruebas! A Vos llegamos con filial confianza para depositar en vuestro tiernísimo Corazón todas nuestras necesidades, deseos, temores, tribulaciones y empresas. Vos, Madre mía, lo conocéis todo y omnipotente por gracia, podéis remediarnos. Vos nos amáis, Madre querida, y queréis todo nuestro bien. ¡Ah y cuán consolador es saber que no hay dolor para el que no nos ofrezcáis alivio, ni situación para la que no haya misericordia en vuestro amante Corazón! Por esto nos arrojamos confiadamente en vuestros brazos, esperando vuestro amparo maternal. Somos vuestros hijos, aunque indignos por nuestras miserias y por la ingratitud con qué hemos correspondido a vuestros maternales. favores. Pero una vez más, perdonadnos, oíd nuestras súplicas y despachadlas favorablemente. Haced, Madre querida, que no olvidemos las saludables enseñanzas que se desprenden de la consideración de los misterios del santo Rosario, ni las inspiraciones que durante ella nos habéis concedido, para que, imitándoos como buenos hijos, durante el destierro de la vida, merezcamos la dicha de vivir con Vos en las alegrías de la patria bienaventurada, alabando y bendiciendo al Señor por los siglos de los siglos. Amén.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...