jueves, 7 de octubre de 2021

MES DE OCTUBRE CONSAGRADO A MARÍA A TRAVÉS DEL SANTO ROSARIO. DÍA 7.


 

—Hecha la señal de la cruz, y rezado con arrepentimiento el Acto de Contrición, se empezará con la siguiente…

 

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS



   Reina del santísimo Rosario, dulcísima Madre de nuestras almas: aquí tenéis a vuestros hijos que, confusos y arrepentidos de sus miserias, fatigados por las tribulaciones de la vida, y confiando en vuestra maternal protección, vienen a postrarse ante vuestro altar en este mes consagrado a honraros por el supremo Jerarca de la Iglesia.

 

 

   ¡Oh Madre amorosísima! Nosotros queremos obsequiaros dedicándoos estos breves momentos con toda la efusión de nuestras almas. Acogednos bajo las alas de vuestro maternal amparo, cubridnos con vuestro manto y atraednos bondadosa a vuestro purísimo Corazón, depósito de celestiales gracias.

 

 

   Dejaos rodear de vuestros hijos, que están pendientes de vuestros labros. Hablad, Madre querida, para que oyéndoos sumisos y poniendo en práctica las santas inspiraciones que cual maternales consejos os dignéis concedernos durante este bendito mes, logremos la dicha de vivir cumpliendo con perfección la santísima voluntad de vuestro Divino Hijo, creciendo en todo momento su amor en nuestros corazones, para que logremos la dicha de alabarle con Vos eternamente en la Gloria. Amén.

 





DÍA SÉPTIMO —7 de octubre.

 

 

Segunda consideración sobre el tercer Misterio gozoso.

 

 

De la pobreza de espíritu.

 

 

   No se puede dudar de que la doctrina de Jesucristo es en todo opuesta a las máximas del mundo, y por esto necesitan cegarse aquellos que pretenden hermanarlas, olvidando que es imposible servir a dos señores. Y por cierto que el pobre establo de Belén es lugar a propósito para convencernos de esta verdad, pues vemos, en él al Rey del cielo elegir la mayor pobreza para su nacimiento, ofreciendo esto gran contraste con el espíritu del mundo, en el que no se vive sino para procurar riquezas, comodidades y placeres. Si, nuestro Divino Maestro llamó bienaventurados a los pobres de espíritu, pero el mundo no llama dichoso sino al que posee grandes riquezas, siquiera sean mal adquiridas, y labre con ellas su eterna desgracia. La explicación de tan opuesta doctrina se encuentra en la existencia de la otra vida, en la que el pobre de espíritu gozará el fruto de sus privaciones, mientras que el llamado dichoso en el mundo no disfrutará de su mentida felicidad más que lo que dure su efímera existencia sobre la tierra. Pero, aunque juzgando de este modo no nos equivocaremos ciertamente, no comprenderemos todavía toda la dicha del pobre de espíritu, ni la esclavitud del que vive anhelando los bienes del mundo. La desgracia de éste no empieza del otro lado de la tumba, ni aquél tiene que esperar la muerte para empezar a gozar el fruto de la virtud de la pobreza.

 

    Observemos, si no, al que padece sed de riquezas, y veremos con cuánta exactitud se ha comparado esta sed a la del hidrópico, que no bebe nada más que para excitar el tormento del deseo, sin llegar jamás al descanso de la saciedad. Sí; nunca el avaro estará satisfecho, pues no hay en el mundo cifras que puedan componer la cantidad que sueña su codicia, ni tesoros capaces de apagar esa sed penosa de oro que le devora. De suerte que, a pesar de sus riquezas, tiene que ser desgraciado por no poder satisfacer los deseos de su corazón. Se dirá que no todos los ricos son avaros y, es verdad; mas también lo es que la multitud de cuidados que las riquezas proporcionan, los negocios, pérdidas y sinsabores a ellas anejos; son como espinas que punzan y no dejan gozar de paz y alegría.

 

   El pobre de espíritu, por el contrario, disfruta una paz inalterable, un gozo que nadie le puede arrebatar. Tiene lo que quiere, pues nada desea, y es verdad innegable que no es más feliz quien más tiene; sino quien menos necesita. La ausencia de cuidados, y sobre todo la tranquilidad de la conciencia, tan difícil en la posesión de las riquezas, son también fuentes de dicha para el pobre de espíritu, no solo durante la vida sino también en la hora de la muerte, puesto que entonces no le atormentará el amor a las riquezas que deja, ni el recuerdo de cómo usó de ellas durante la vida; y gozosa su alma, desprendida de los bienes del mundo, saldrá de él dichosa para tomar posesión del verdadero Bien, inmutable y eterno. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu, podemos, pues, exclamar, no sólo en la bienaventuranza de la gloria, sino aun en este mundo, ya que todo lo tiene quien nada desea, y porque ellos gozarán de esa hermosa paz, que es la única dicha que existe en este valle de lágrimas!

 

   «La pobreza voluntaria, dice san Juan Clímaco, es una abdicación de los cuidados del siglo, un camino sin obstáculos hacia Dios, la expulsión de la tristeza, el fundamento de la paz y la pureza de la vida» y San Francisco de Asís dice que «es la pobreza camino de salvación, fundamento de la humildad y perfección verdadera» «Contempla a mis amados pobres (dijo el Señor a Santa Catalina, en el libro del Diálogo) y admira con qué santa alegría pasan sus días; no les entristece otra cosa que las ofensas que se me hacen; pero esta tristeza, en lugar de afligirlos, conforta su alma. En la pobreza han encontrado la suma riqueza y han abandonado las tinieblas para gozar de una perfecta luz. Por haber abandonado la miseria del mundo, gozan de una alegría sin límites, pues han trocado despreciables bienes por inmortales tesoros y experimentan una gran satisfacción en sufrir por la justicia»

 

   Después de haber considerado las excelencias de la evangélica virtud de la pobreza, volvamos, para que nos resolvamos a practicarla, al humildísimo Portal de Belén, y veamos allí a la Santísima Virgen tan pobre que ni aun tiene lo necesario para abrigar al divino Niño. Mas ¡ah! que Ella es la primera que tiene la dicha de verle sobre la tierra, y de recibir sus primeras miradas. Pues si Dios al hacerse hombre, nada ha querido ver junto a su cuna de lo que estima el mundo, se ha complacido en ser recibido en él por la más pura de las criaturas que ha existido ni existirá jamás.

 

   ¡Oh Madre mía! Dejadnos llegar a ese pobre portalito, desprovisto de todo ornato material, pero iluminado por los esplendores del cielo y conteniendo sus tesoros, a estudiar cuál es el valor que el cristiano debe dar a los bienes de este mundo. Ayudadnos, Madre querida, para que, imitándoos en la pobreza, sean nuestras almas cual místico portal, desnudo de todas las cosas de la tierra en el que penetren las luces del cielo, a fin de que en ellas more también nuestro divino Salvador, pudiendo así esperar habitar un día las eternas mansiones del reino de los cielos, por Él prometido a los pobres de espíritu en las Bienaventuranzas.

 

 


 

EJEMPLO

 

 

   Una familia de modestos industriales tenía la piadosa costumbre de rezar unida todos los días el Santo Rosario. La suerte la favorecía, y a medida que con la prosperidad aumentaban las ocupaciones, la asiduidad en rezar el Rosario disminuía visiblemente. Primero le suprimieron algunos días, luego algunas temporadas, hasta que por, fin dejaron por completo de rezarle. Olvidada tenían ya tan hermosa práctica, cuando la madre de esta familia cayó gravemente enferma, y habiéndose perdido toda esperanza de salvarla, el marido lloraba desolado a la cabecera de su cama. Un amigo, exhortándole a poner en aquellos momentos toda su confianza en María, consoladora de afligidos; le dijo: «Recemos juntos el Rosario»

   —¡Ah! respondió el marido, lanzando un profundo suspiro. ¡El Rosario! ¡Cuánto tiempo hace que le hemos abandonado! Por esto nos abandona Dios y nos castiga. ¡Oh Madre mía! —exclamó— después dirigiéndose a la Santísima Virgen —si Vos curáis a nuestra querida enferma, os prometo no dejar pasar un solo día sin rezar el Rosario. Apenas había acabado de hacer esta promesa, la enferma mejoró. visiblemente, y pocos días después estaba ya en plena convalecencia. (P. Busscher.)

 



 


SANTOS Y REYES DEVOTOS DEL ROSARIO

 

 



   San Benito José Labre practicaba en grado eminente la devoción al Rosario. Era fácil reconocerle por un gran rosario que llevaba colgado al cuello, y del que no se desprendía ni de dia ni de noche. Pero no contento con esto; habíase revestido, por decirlo si, del espíritu del Rosario, practicando las virtudes que enseña la consideración de sus misterios. (Revista del Rosario.)

 

 




   Alfonso V, rey de Portugal, decía a sus ministros «Recemos el Rosario para que la Virgen Santísima sea la Guía y Protectora de nuestro reino.» (Lectura Dominical.)

 

 

 

ELOGIOS PONTIFICIOS DEL ROSARIO

 

 



   Son inmensos los bienes que cada día recibe el pueblo cristiano por el Rosario. (Urbano IV)

 




OBSEQUIO

 

 

   El obsequio a la Santísima Virgen para este día, y lo mismo para todos los del mes será redoblar en cada uno de ellos el fervor en la recitación del Santo Rosario, y la atención en la meditación de sus misterios. También se podrá ofrecer a la Santísima Virgen como obsequio, los actos de piedad que inspire a cada uno su devoción.

 

 

 

SÚPLICAS Á LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA TODOS LOS DÍAS DEL MES.

 

 

   Os saludamos, Virgen Santísima, Hija de Dios Padre, bendiciendo a Dios, que os preservó de toda mancha en vuestra Inmaculada Concepción. Por tan excelsa prerrogativa os rogamos nos concedáis pureza de alma y cuerpo, y que nuestras conciencias estén siempre libres, no sólo del pecado mortal, sino también de toda voluntaria falta é imperfección. (Avemaría).

 

 

   Os saludamos, Virgen Santísima, Madre de Dios Hijo, bendiciendo a Dios, que os concedió el privilegio de unir la virginidad a la maternidad divina. Por tan singular beneficio os rogamos que nos concedáis la gracia de vivir cumpliendo nuestras respectivas obligaciones, sin apartarnos nunca de la presencia de Dios, dirigiendo a su gloria y ofreciendo, por su amor hasta nuestro más leve movimiento, santificando, así todas nuestras obras. (Avemaría).

 

 

   Os saludamos, Virgen santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo, bendiciendo a Dios por la gracia que os concedió en vuestra Asunción, glorificándoos en alma y cuerpo. Por tan portentosa gracia os rogamos nos alcancéis la de una muerte preciosa a los ojos del Señor y que nos consoléis bondadosa en aquellos supremos momentos, para que, confiados en vuestro poderoso auxilio, resistamos a los combates del enemigo y muramos dulcemente reclinados en vuestros amantes brazos. (Avemaría).

 

 

ORACIÓN FINAL

 

 

   ¡Oh Virgen Santísima del Rosario, Madre de Dios, Reina del cielo, consuelo del mundo y terror del infierno! ¡Oh encanto suavísimo de nuestras almas, refugio en nuestras necesidades, consuelo en nuestras penas, desalientos y pruebas! A Vos llegamos con filial confianza para depositar en vuestro tiernísimo Corazón todas nuestras necesidades, deseos, temores, tribulaciones y empresas. Vos, Madre mía, lo conocéis todo y omnipotente por gracia, podéis remediarnos. Vos nos amáis, Madre querida, y queréis todo nuestro bien. ¡Ah y cuán consolador es saber que no hay dolor para el que no nos ofrezcáis alivio, ni situación para la que no haya misericordia en vuestro amante Corazón! Por esto nos arrojamos confiadamente en vuestros brazos, esperando vuestro amparo maternal. Somos vuestros hijos, aunque indignos por nuestras miserias y por la ingratitud con qué hemos correspondido a vuestros maternales. favores. Pero una vez más, perdonadnos, oíd nuestras súplicas y despachadlas favorablemente. Haced, Madre querida, que no olvidemos las saludables enseñanzas que se desprenden de la consideración de los misterios del santo Rosario, ni las inspiraciones que durante ella nos habéis concedido, para que, imitándoos como buenos hijos, durante el destierro de la vida, merezcamos la dicha de vivir con Vos en las alegrías de la patria bienaventurada, alabando y bendiciendo al Señor por los siglos de los siglos. Amén.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...