Recopilado por el P. Dr. Vicente
Alberto Rigoni, Cura Párroco de
Santa Ana en Villa del Parque
(Buenos Aires), el 12 de Mayo de
1944. Tomado de RADIO
CRISTIANDAD.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos,
líbranos Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios os salve, ¡oh gloriosa Santa Ana!, cuyo
nombre significa la gracia de la que fuiste por Dios llena, gracia que
distribuís a vuestros devotos. Nosotros, postrados a vuestros pies, os rogamos que aceptéis estos
humildes obsequios con los cuales pretendemos honraros, como a madre de nuestra
amantísima Madre y Reina y como abuela de nuestro dulcísimo Redentor Jesús. Y
Vos, en señal de que os agradan nuestros homenajes, libradnos del maldito
pecado alcanzándonos la gracia de modelar nuestra vida conforme a vuestros
ejemplos, y obtenednos luz, fervor y constancia para que con la meditación que
vamos a hacer, crezcamos en virtud y seamos más y más gratos al Señor. Amén.
DÍA DECIMOCTAVO —18 de julio.
MEDITACIÓN: Consagración de María Santísima al Señor.
El sentimiento de
reconocimiento de Santa Ana hacia el Señor por haberle concedido en una
avanzada edad a María Santísima fue tan profundo tan sentido que le indujo a
ofrecerle, a consagrarle Aquella flor inmaculada, Aquel tesoro divino, Aquella
viva prueba de predilección del Señor.
Justo era que recibiera el Señor aquel agradable holocausto por
manos de Santa Ana, como fue acertado que Santa Ana, elegida Madre de la Madre
de Dios, fuese ejemplo de generosidad a todas las madres en dar su prole al Rey
de Reyes y Señor de los que gobiernan.
La consagración de María no fue un acto
cualquiera para Santa Ana: al tiempo que sentía una especial gratitud para con
el Señor, conocía cuan agradable podía ser a Dios la oferta de su inocentísima
Hija.
La celestial María, santificada desde
el primer instante de su concepción, debía aparecer una criatura santa en la
ofrenda extrema de su existencia, de tal modo que íntimamente atraía y robaba
el Corazón de Dios y sus místicas complacencias.
Ejemplo elocuentísimo que nos enseña el pronto y constante
cumplimientos de los votos y de las promesas.
EJEMPLO:
No pocos permanecen
constantes en la fe por intercesión de Santa Ana.
En el año 1643, la ciudad
de Duven fue sitiada por formidable ejército de calvinistas y los sitiados,
presos de gran terror, desesperaban de su salvación.
Era párroco de aquella ciudad en la
iglesia de Santa Ana el P. Teodoro Ray de la Compañía de Jesús, el cual les
exhortó a recurrir a Santa Ana, de la cual era devotísimo e invitándoles a
prometer a Dios antes de morir que renunciar a la fe. Aceptaron el santo
consejo del buen padre y protestaron unánimes de permanecer en la religión
católica.
Mientras los hombres combatían, los
ancianos, las mujeres y los niños invocaban con fervorosa súplica a Santa Ana
para que los defendiera y fueron favorablemente atendidos.
Al noveno día de sitio, noveno día de plegarias, los enemigos,
cansados abandonaron la ciudad sin haber causado daño alguno; lo cual demostró
a los enemigos una protección sobrenatural sobre la ciudad y a los ciudadanos
de Duven la bondad de Santa Ana en su favor.
OBSEQUIO: Prometamos
a Santa Ana trabajar para que aumente en nosotros el amor a nuestra Santa
Religión y recitemos el acto de Fe.
JACULATORIA: Potentísima Santa Ana, haznos dignos de consagrarnos a
Dios.
ORACIÓN
¡Oh,
nobilísima Santa Ana!, ninguna
matrona fue, ni será jamás, semejante a Vos, que sois la madre de la Madre de
Dios. ¿Qué suerte venturosa no es tener el tesoro
de Dios y de los hombres, la esperanza de los siglos, la alegría de los
ángeles, el gozo de todas las criaturas, el terror del infierno? ¿Qué gloria no
es ver que en vos aparece el pie triunfante que debe hollar la cabeza de la
serpiente seductora? ¡Oh gloriosísima Santa!
Vos sabéis bien cómo el enemigo, aunque expelido por su descendencia, provoca
encarnizada guerra a la vuestra. ¡Oh piadosísima!, venid en nuestro socorro. Con vuestra presencia los hijos de la
serpiente huirán, y los hijos de vuestra Hija, alegres y triunfantes, os
bendecirán junto con Jesús y María. Así
sea.
—Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
℣. Ruega por
nosotros, bienaventurada Santa Ana.
℞. Para que
seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Oh Dios, que te dignaste conceder a Santa Ana la
gracia de dar al mundo a la Madre de Vuestro Unigénito Hijo, haz, por tu misericordia, que nos ayude junto a
Ti la intercesión de aquélla cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo Nuestro
Señor. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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